Yumisleidis Cumbá, una campeona olímpica diferente

La guantanamera Yumisleidi Cumbá Jay alcanzó la gloria olímpica hace 20 años y esa condición, al alcance de pocos, no le hace tan especial como otra circunstancia de aquella gesta…

«Soy la única mujer que ha ganado en Olimpia, donde todo empezó», se ufana con total razón. La exbalista no es una reina cualquiera por el hecho de haberse coronado en el sitio donde nacieron los juegos de la antigüedad, cuando las mujeres de aquella época tenían prohibido participar.

«Eso solo me basta para sentirme orgullosa y un poco diferente. Es lo más grande del mundo», dice con esa sonrisa tan cubana como ella, natural y espontánea, un sello distintivo de la campeona en la edición de Atenas 2004.

Muchos recuerdan aquel quinto disparo de 19,59 metros con que soltó toda la energía retenida. Gritó y celebró porque sabía que iba a ser algo grande. En un primer momento solo le alcanzó para la medalla de plata, pues la rusa Irina Korzhanenko había cerrado con 21,06 metros para asegurarse un título con “trampa”.

Luego de confirmado el dopaje la alegría fue inmensa, «pero diferente», según recuerda ahora la Cumbá –como se le conoce– mientras desde las gradas del Estadio Panamericano mira competir a las nuevas generaciones de un deporte que amará siempre.

Por aquellas vivencias comenzó el diálogo con JIT, pactado desde semanas antes, pero que se concretó durante una de las jornadas de la Copa Cuba de Atletismo 2024, un certamen que varias veces le tuvo entre sus principales protagonistas.

«Esto es lo mío, soy una atleta de corazón», asegura y vuelve a sonreír… respira con intensidad y “pasea” la mirada por lo que le rodea. El bullicio de la afición y el fuerte sol que todavía se percibe en la instalación al este de la ciudad son parte de su vida.

En el momento inicial de ganar la plata era lo mejor que me había pasado en mi carrera deportiva, lo disfruté tanto como si hubiera sido el oro. Luego, recuerdo que dos o tres días después vienen a decirme lo del dopaje de la rusa y que yo pasaba al oro… no tengo cómo explicar la emoción, aunque te aseguro que fue diferente a lo que sientes cuando es directo en el terreno, cuando estás en plena competencia y sueltas ahí la euforia del momento.

Atenas marcó mi carrera deportiva. Tuve un cuatrienio muy bueno, en el mundial bajo techo previo había sido medallista de bronce, que igual por dopaje se convirtió en plata.

Y la preparación fue verdaderamente con todo lo que hubiéramos deseado. Llegué a los Juegos convencida de que podía conseguir una medalla. El enfoque era ese, la meta de conseguir una medalla.

Mi crecimiento en cuanto a rendimiento fue de juego en juego. Excepto en los últimos, a Pekín llegué con muchas lesiones y ese 2008 fue un año tedioso, me dolían mucho las rodillas en los entrenamientos… pese a todo fui con buena marca, llegué con 18,89 metros y estaban pidiendo 18,50… pero reconozco que no estaba preparada para defender mi título.

No estuve ni entre las ocho finalistas. Sabía que estaba cerca el final y creo que hasta los asumí como un poco de profesora para Maylín Vargas y Misleidys González (medallista de plata allí).

Para mí no lo fue porque, incluso, me quedé en el equipo nacional de prestación de servicio como entrenadora.

Siempre tuve problemas con la rodilla derecha, eso influyó mucho. Ya tenía 33 años y llevaba cuatro ciclos olímpicos… era demasiado. Mileidys me había ganado en más de un evento y pensé que era el momento, valoré que cuando has sido gloria en el deporte no debes quedarte para pasar a ser segunda o tercera… o más abajo.

Es algo que estoy aprendiendo, nunca antes lo había hecho y creo que pega un poco con mi personalidad. Me llevo bien con todo el mundo, tengo el don de gente.

Aunque realmente lo mío es el deporte, la bala, el sol… quisiera ser entrenadora de nuevo, sobre todo estar aquí en mi medio que es el equipo nacional. Es lo que me gusta, soy licenciada en Cultura Física y mi vida entera ha estado dedicada al deporte.

La disciplina. Fui súper disciplinada. A pesar de que vine para La Habana con solo 14 años, nunca tuve problemas y me mantuve siempre en el equipo nacional, lejos de mi casa, del lugar que conocía hasta entonces.

Creo que eso fue lo más complicado, la estancia tan lejos de mi familia. Mi mamá venía a verme siempre que podía, pero el resto del tiempo estaba sola aquí. Aunque mi entrenador Justo Navarro y su esposa Josefa me cuidaron como una hija, gracias a ellos todo fue más llevadero.

No repetiría muchas cosas, sobre todo creo que hubo algunas que hubiera hecho mejor. Tengo la deuda de no obtener medalla en los campeonatos mundiales y más deuda aún con los 20 metros. El no haber podido lanzar al menos una vez los 20 metros no me lo voy a perdonar.

Pero sí puedo decirte que aprendí de mis errores. Hoy soy mejor persona y hasta en su momento fui mejor atleta por cosas que no repetí. Lo mejor que puede tener el ser humano es aprender de sus errores y lo hice para crecer.

Siempre. Estoy orgullosa de dedicar mi vida al deporte, y seguiré sin cambiar eso. Es un honor haber sido parte de una generación en que el equipo nacional de atletismo era muy unido, nos apoyábamos todos sin importar en qué evento compitiéramos cada uno.

Vivo orgullosa de haber sido parte de esa época, cuando contamos con un Fidel pendiente de nuestro deporte. Llevo eso en la sangre, soy una atleta que llevo a mi país en el corazón y lo voy a defender siempre. Eso no quita que estoy insatisfecha por algunas otras cosas, sin embargo siempre seré una cubana orgullosa de lo que he realizado.

(Copyright JIT)

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