Un momento de emoción y compromiso

Guantánamo.- El jueves 15 de diciembre fuimos a Santiago de Cuba. No fue llegando la luna llena o en un coche de agua negra, como poetizó en su momento en gran Federico García Lorca, subyugado por la capital oriental. El motivo evidente fue un simple turno médico.

Con la fijación de la cita para ir al Hospital Clínico Quirúrgico Juan Bruno Zayas, sobrevino el ineludible deber de visitar el cementerio Santa Ifigenia para rendir homenaje a los dos cubanos más universales: José Martí y Fidel Castro. Es una obligación para todo el que se sienta sinceramente revolucionario.

Sobran las razones para honrar. Inconmensurables son el pensamiento anti-imperialista y la obra patriótica, literaria y poética del Héroe Nacional cubano. De igual valor son las ideas y los hechos del más extraordinario de sus discípulos, ese que no lo dejó morir en el año de su centenario y materializó la Revolución “con todos y para el bien de todos”.

Son muchas también las razones para hacer eternos sus legados. Evoquemos una. Martí estableció el concepto de que “la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”. Fidel, el primer martiano, la concretó y universalizó con el internacionalismo criollo, genuino, altruista y sincero, por eso más extraordinario.

Fui a Santiago. Quizás también entonces cantaron los techos de palmera o coincidió cuando la palma quiso ser cigüeña, porque este jueves fuimos muchos hasta ese lugar sagrado de la historia donde están sembrados dos colosos, uno junto al otro.

De otra forma no podía ser. El Maestro y su mejor pupilo, escoltados de cerca por la dignidad de Céspedes, el Padre de la Patria; la firmeza de Mariana, la Madre, y la pasión libertaria de Frank.

Impresionante la guardia de honor al autor de los Versos Sencillos y la Vindicación de Cuba. El rito transcurre con los acordes musicales de la elegía a José Martí, compuesta por otro inmortal, el Comandante de la Revolución Juan Almeida. Tiene su momento de mayor lucimiento durante el cambio de guardia que se ejecuta cada media hora, desde la salida del sol hasta el ocaso.

Tal vez con la rosa de Romeo y Julieta, multiplicada por cientos, cubanos de verdad rendimos tributo al gigante del siglo XX. De todas las edades, sexos, razas, credos, muestra de cuanto Fidel ha calado en su pueblo.

Se nos fue recién, apenas unos días, y es ya una tradición patriótica reafirmar ante su pétrea tumba que haremos de su Concepto de Revolución el norte en nuestras vidas cotidianas.

A vivir un momento de emoción y compromiso. A eso fui a Santiago.

 

 

 

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