Aniversario 90 del natalicio del mártir Emilio Bárcenas Pier
Guantánamo. – Tanganica fue una república del África Oriental que debía su nombre del lago homónimo en su frontera occidental. En 1964 Tanganica y Zanzíbar negociaron una unificación de ambos estados los cuales se convirtieron en Tanzania.
Presumo que alguien de la guerrilla supo de la resistencia de los habitantes, de ese territorio, cuando por la nobleza, fortaleza física y disposición de un hombre a cumplir cualquier misión, los compañeros de lucha le apodaron así, también en alusión a uno de los personajes de una gustada aventura radiada entonces.
Su nombre era Emilio Bárcenas Pier, y su incorporación al Ejército Rebelde fue a fines de junio de 1957 cuando, mientras deambulaba por la Sierra Maestra en busca de medios de subsistencia, fue interceptado por miembros de la guerrilla y conducido ante el Comandante Fidel Castro Ruz.
Ante la honestidad y sinceridad con que respondió a su interrogatorio, motivó que el máximo jefe rebelde sentenciara: “Este será un buen soldado”. Fidel no se equivocó, porque el joven se destacó prontamente como combatiente y su valor y heroísmo lo llevaron a ofrendar la vida
en la lucha por la libertad.
Bárcenas Pier nació el 24 de septiembre de 1926, en una colonia del central guantanamero Ermita, hoy Costa Rica. Su niñez transcurrió de barracón en barracón, en medio de duras faenas agrícolas de las cosechas cañera y cafetalera, con la azada, la canasta y el machete
como únicos juguetes. A la extrema miseria en que transcurría su existencia, se sumaba una cruel discriminación racial por ser negro e hijo de inmigrantes haitianos.
En 1939, al morir la madre, se traslada a La Estancia, en la zona de Buey Arriba, para unirse al padre, quien en condición de colono había fomentado un pequeño cafetal en unión de un compatriota.
Allí aprendió las primeras letras, completó su desarrollo biológico y estableció relaciones con vecinos de ideas socialistas que lo vincularon al Partido. A fines de la década del 40, ingresó en la Juventud Socialista e integró su Comisión de Orden y disciplina de Actos.
Por esa época y hasta 1955 laboró en el central Manatí, después Argelia Libre, Camagüey y La Habana, provincias que también supieron de su incesante lucha por la vida: en la primera, en el central Francisco, más tarde Amancio Rodríguez; y en la segunda, como obrero
de la construcción.
En pos de un trabajo estable, se trasladó a Manzanillo, pero solo pudo encontrarlo eventualmente como “caballo” de estibador, peón de albañil y cocinero. Transcurrido alrededor de un año, junto con Rafaela Estrada, a quien se había unido en el central Francisco, y otro compañero, arrendó las instalaciones del bar Santa Bárbara, dedicado a la venta de comidas y bebidas; pero en los primeros meses de 1957 el negocio no proporcionaba ni el sustento.
Por ello, y ante la imposibilidad de laborar, se adentró en la Sierra Maestra en busca de medios que le permitieran sostenerse y en ella encontró la forma de luchar contra la opresión y la ignominia.
Al incorporarse al Ejército Rebelde, Bárcenas Pier fue destinado al pelotón del capitán Raúl Castro Ruz, como ayudante de Reinerio Jiménez Lage, encargado de la ametralladora calibre 30. Su fortaleza física le permitía cargar el trípode, cintas y cajas de bala, además de su
mochila y algunos enseres de cocina.
En Palma Mocha, el 20 de agosto de 1957, tuvo su bautismo de fuego, ocasión en la que confesó a Juan Luis Rodríguez, el Bayamés, que no era cobarde y, sin embargo, sentía frío y terror. El compañero lo animó diciéndole que no se preocupara por algo que ocurría a todos
antes del primer combate. Concluido este, le expresó: “Tenías razón, después que empezó la pelea me sentí bien”.
A aquella acción siguieron el primer combate de Pino del Agua y los combates de Gaviro, Chapala y segundo de Pino del Agua. Para entonces había probado ya sus condiciones combativas y ganado el sobrenombre de Tanganica. Fue seleccionado para integrar la Columna No. 6 Frank País que conducida por el Comandante Raúl Castro Ruz fundó el Segundo Frente de igual nombre, y asignado al pelotón del capitán Jiménez Lage.
Una vez en el nuevo territorio, luego de participar en el ataque al central Soledad, hoy El Salvador fue destinado a la fábrica de minas y armamento, situada entre La Escondida y El Aguacate.
El 30 de julio, primer aniversario del asesinato de Frank País, el mando del Segundo Frente decidió honrar su memoria con una acción de trascendencia. El objetivo seleccionado resultó el apostadero de las minas de Ocujal, entre Nicaro y Mayarí, consistente en una casa de madera utilizada como cuartel por una guarnición integrada por un sargento y 20 alistados del escuadrón 74 de la guardia rural. El ataque lo ejecutarían efectivos de la Columna No. 19 José Tey, bajo el mando del comandante Belarmino Castilla Mas, Anibal.
El plan consistía en rodear la instalación, incendiarla y tomarla. Lo segundo lo lograrían lanzando contra ella un tractor al cual colocarían un tanque lleno de gasolina y aceite, así como un niple cargado con dinamita, labor en la cual participó Emilio.
Las tropas partieron de Tumba Siete en la noche del 29 de julio de 1958 y una vez rodeado el cuartel procedieron a poner en práctica lo planeado con el tractor. Lo conducía el combatiente Perfecto Álvarez; en la banda de tiro y sujeto al tanque de combustible, iba Luis Bernardo Castañeda, y detrás marchaba Tanganica, quien se había ofrecido para encender la mecha.
Se movían bajo un intenso fuego. En un brusco viraje del vehículo Bárcenas quedó sin protección y numerosos proyectiles penetraron en su cuerpo. Aún así tuvo fuerzas para arengar a sus compañeros y conminar al enemigo a la rendición.
Extraordinarios esfuerzos realizaron los médicos rebeldes por arrancarlo de las garras de la muerte; más todo fue inútil pues el tétanos puso fin a su valiosa vida en la madrugada del 9 de agosto de 1958.
Durante su gravedad, se mostró optimista y apenado porque el cuerpo médico tuviera que dedicarle tanta atención. Acerca de ello el doctor José Ramón Machado Ventura, quien fungía como jefe del departamento de Sanidad del Segundo Frente, confesó que esa actitud fue el hecho que más lo conmovió durante toda la guerra de liberación.
El propio día 9, el jefe del Segundo Frente Frank País firmó un decreto mediante el cual lo ascendía al grado de teniente y le otorgaba la Orden al Mérito Revolucionario Legión de Honor Frank País, ambos con carácter póstumo.
Emilio Bárcenas Pier no pudo ver el triunfo, pero la Revolución se encargó de hacer realidad los sueños de libertad y justicia que lo indujeron a luchar con denuedo hasta las últimas consecuencias y a entregar a las nuevas generaciones el ejemplo que legara para la
historia patria.
El Sindicato de Trabajadores Civiles de la Defensa, que este año arriba a su Aniversario 45, asumió a Bárcenas Pier como mártir del sector, la mejor manera de rendir homenaje perenne a quien supo dar la razón a Fidel siendo el soldado que fue.
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