Raúl Roa García: soldado de una noble causa

Raúl Roa García: soldado de una noble causaGuantánamo.- Raúl Roa García falleció el 6 de julio de 1982. Un perfil breve lo describe como escritor, polemista, profesor y diplomático; figura combatiente en la República tullida por la Enmienda Platt. Después defensor de la dignidad de la Cuba de Fidel Castro y de América Latina, y como autor de una extensa obra literaria y periodística.

De sus 75 años de existencia, dedicó 17 a defender a la Revolución como Ministro de Relaciones Exteriores polemizando con sus adversarios “con su gesticulación cubanísima y  adjetivación avasalladora”, al decir del intelectual Iroel Sánchez.

La encomienda la había recibido Roa de Fidel Castro el 11 de junio de 1959, en medio de una campaña internacional de descrédito a Cuba orquestada en Washington, que contó con la complicidad del entonces presidente Manuel Urrutia y el ministro de Agricultura Humberto Sorí Marín, opuestos también a las leyes revolucionarias que se adoptaban.

La maniobra fracasó ante la autoridad de Fidel y Roa se estrenó como canciller con una enérgica réplica a insolentes declaraciones de Philip Wilson Bonsal, el último embajador yanqui en La Habana antes de la ruptura de las relaciones bilaterales el 3 de enero de 1961.

Sin embargo la leyenda del Canciller de la Dignidad comenzó a forjarse mucho antes, en el seno de una familia humilde, en el capitalino barrio de la Víbora, al lado del abuelo, mambí bajo el mando de patriotas insignes como Antonio Maceo, Máximo Gómez e Ignacio Agramonte.

Fue el viejo Ramón, teniente coronel del Ejército Libertador, quien le inculcó profundas convicciones independentistas al muchacho que, según se describiera a sí mismo en cierta ocasión, “era larguirucho, flaco, intranquilo, boquigrande, orejudo, ojillos soñadores con relumbres de ardilla, a veces melancólico, jocundo casi siempre, lenguaraz a toda hora y más peludo que un hippie”.

Comprensible entonces que con apenas 18 años exprese su precoz madurez política en el primer artículo de su autoría titulado “Ensayo sobre José Martí”. En su obra primeriza cita al Héroe Nacional con una frase que le cabe enteramente decir de él: “Todo el que cumple ampliamente con su tiempo, lleva en si una partícula de eternidad”.

En la década del 20 del pasado siglo del estudiante de Derecho en la colina emerge el revolucionario y anti-imperialista que sufre prisión, profundiza su conocimiento sobre los males de Cuba con Rubén Martínez Villena a quien lo unió, dicho por el propio Roa, “la amistad más limpia, alegre y honda de su vida”, y es amigo también de Pablo de la Torriente Brau.

Por esa época milita en la Universidad Popular José Martí, en donde escuchó el discurso arrebatado de Julio Antonio Mella, y la Liga Anti-imperialista, además de colaborar con prosa encendida con diferentes publicaciones.

En los años siguientes evoluciona hacia una posición marxista-leninista que lo convierte en un destacado luchador contra la dictadura de Gerardo Machado y en la huelga general del 1933 que expulsó al sátrapa, llamada genialmente por Roa como la Revolución que se fue a bolina por la mediación norteamericana.

Graduado de doctor en Derecho en 1935, publica, vive exiliado, retorna a la Isla y se transforma en profesor de la Universidad de La Habana; años más tarde se opone al dictador Batista y milita en la Resistencia Cívica, vinculada al Movimiento 26 de Julio dirigido por Fidel.

Canciller de la Dignidad

Raúl Roa Kourí, otro excelente diplomático, afirma que su padre fue “un gran intérprete del pensamiento político de Fidel al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores”, según declaró a las periodistas Rosa Miriam Elizalde e Irene Pérez, de Cubadebate.

Y lo hizo patente desde su estreno como embajador de la Isla en la Organización de Estados Americanos. Desde un principio dejó bien claro “la profunda desconfianza del pueblo cubano· en la OEA. La historia le dio la razón. No por gusto la bautizó  como el “ministerio de colonias yanqui”.

En el puesto de Ministro de Relaciones Exteriores libró una y mil batallas en el escenario internacional. El sobrenombre de Canciller de la Dignidad lo ganó definitivamente en la triste reunión de la OEA, en San José, Costa Rica, en 1960, en donde desoídas las denuncias de Cuba contra la agresión yanqui, pidió la palabra y anunció la retirada de su delegación: “Me voy con mi pueblo y con mi pueblo se van también los pueblos de nuestra América”.

Sin embargo, el lamentablemente recién fallecido intelectual Fernando Martínez Heredia, dijo que aunque es justo calificarlo así, es totalmente insuficiente para caracterizarlo en su justa dimensión. Martínez Heredia lo cataloga como un extraordinario pensador político cubano, uno de los más importantes del siglo XX, y exponente muy destacado de la posición del socialismo cubano.

Sin dudas, el pináculo de la misión que le diera Fidel es la épica batalla en la ONU, durante los días de la invasión mercenaria por Playa Girón, auspiciada por los gobiernos de Eisenhower y Kennedy.

En la sede del organismo internacional, en el propio New York, Raúl Roa ridiculizó al representante norteamericano, con acusaciones tan sustentadas que desmintieron a las réplicas de Adlai Stevenson y promovieron el rechazo mundial al ataque organizado, armado y dirigido por la CIA.

Según describe Quintín Pino Machado en su libro “La batalla de Girón: razones de una victoria”, en la sesión del  17 de abril de 1961, convocada para debatir la situación en la Isla, Raúl Roa terminó su intervención diciendo: “Un clamor unánime estremece hoy a toda Cuba, resuena en nuestra América y repercute en Asia, África y Europa. Mi pequeña y heroica Patria está reeditando la clásica pugna entre David y Goliat. Soldado de esa noble causa en el frente de batalla de las relaciones internacionales, permitidme que yo difunda ese clamor en el severo areópago de las Naciones Unidas: ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!”

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