Se apagó el pebetero de los I Juegos Panamericanos Júnior. El vértigo de estos días comienza a ser pasado y recuerdos. Quedan los resultados, las historias, los campeones, las promesas, los retos…
Brasil se lleva el medallero con 163 premios divididos en 59 de oro, 49 de plata y 55 de bronce. Le escolta una impresionante delegación de Colombia, capaz de aprovechar la condición de local para sumar una terna metálica de 48-34-63, nada menos que 145 preseas en total.
Estados Unidos ancla tercero (47-29-38) con una delegación limitada; México cuarto (46-78-48) y Cuba en el quinto lugar con 70 medallas (29-19-22) que mucho dicen del esfuerzo realizado en época de pandemia y otras crisis.
Un total de 14 deportes sumaron a la causa cubana, con destaque para el atletismo (9-6-3), las luchas (9-3-3), el boxeo (4-1-1), el judo (2-2-3), el clavados (2-2-1), el canotaje (2-1-0) y el tenis de mesa (1-1-5).
También aportaron al medallero las pesas (0-2-1), el voleibol de playa (0-1-0) y un quinteto de disciplinas pintadas de bronce por una vez: pentatlón moderno, esgrima, karate, remo y por supuesto el beisbol.
No pudieron llegar al podio los representantes de ciclismo, bádminton, balonmano, gimnasia rítmica, natación artística, patinaje de velocidad y artístico, tiro deportivo, arquería, triatlón, vela, natación y taekwondo.
El evento, de innegable nivel y buen montaje, ofreció a nuestros jóvenes la posibilidad de competir en el segundo año de esta trágica pandemia de la covid-19, que si algo se ha cobrado a lo grande es la estabilidad del sector deportivo.
Disfrutamos actuaciones memorables, elevadas demostraciones de quienes constituyen el futuro del deporte en la Isla tan pronto como en París 2024 o más lejos como en Los Ángeles 2028 y Brisbane 2032.
En cada instalación y escenario se derrochó cubanía, alegría, disciplina y compromiso. Todos sentimos el orgullo de representar a un pequeño país que sigue teniendo la magia suficiente para formar campeones y mostrarlos al continente y el mundo.
Cali y el Valle del Cauca abrieron sus brazos con respeto y admiración, y como gesto recíproco los cubanos aportaron brillo deportivo y humano.
Lo positivo de esta actuación, y las deudas que deja, confirman sobre todo la importancia y necesidad de fortalecer la formación deportiva, la estructura y el sistema competitivo en el segmento júnior (14-23 años) del país.
Desde 2010 existen los juegos olímpicos de la juventud; acaban de nacer los panamericanos júnior y se anuncia la fundación de los centrocaribes juveniles. Ese sistema competitivo completo, además de clave para el desarrollo escalonado del deporte, representa una oportunidad inigualable para nuestros niños, adolescentes y jóvenes.
Faltar a ese llamado, a ese reto, a esa oportunidad, sería un error estratégico en lo deportivo, lo social y lo político.
Cuba estuvo y brilló acá. Despertó respeto y admiración. Otra vez, y en las condiciones más adversas posibles, estuvo a la altura de su responsabilidad e historia.
El 2021 se despedirá con dos grandes gestas, la de Tokio y la de Cali. ¡Cuánto orgullo!
Fuente: Jit