Para gobernar desde el barrio

Proceso de rendición de cuentas del delegado a sus electoresRecuento histórico a propósito del inicio del nuevo proceso de Rendición de Cuentas

Guantánamo.- Lo más importante es que los electores participen, se integren e imbriquen en los procesos transformadores que deben darse en los barrios.

Lo digo con mis palabras, pues no me atreviera a parafrasear a Damaris Badel Portuondo, profesora de profesión, devenida Secretaria de la Asamblea Municipal del Poder Popular de Guantánamo, a quien tuve la dicha de entrevistar, a propósito del inminente inicio del III Proceso de Rendición de Cuentas de los delegados a los electores, correspondiente al Décimo Sexto Período de Mandato.

Su locuaz verbo, aunque es modesta al respecto, me convenció de la preparación que esos representantes del gobierno alcanzan cada vez para cumplir su función estatal y política, no administrativa.

Se trata que, desde hace ya unos días, y a tenor con las indicaciones nacionales para acometer esta etapa en la que se demuestra que en Cuba se gobierna desde los barrios, con los electores al frente en la solución de las problemáticas que los afectan, se desarrollan acciones de capacitación con los delegados de circunscripción para lograr la calidad de esos intercambios con el pueblo.

En todo el país las Asambleas de Rendición de Cuentas del IV Período comenzarán en abril, pero en Guantánamo, el paso del huracán Matthew impidió realizar el III Proceso. Por eso aquí las reuniones con los electores se harán desde el 15 de marzo hasta 20 de mayo. Solo en los municipios afectados  por el fenómeno atmosférico, el proceso coincidirá con la fecha nacional.

No debe ser coincidencia que las fechas de inicio y final en Guantánamo se correspondan con eventos históricos.

El 15 de marzo de 1878 marcó un hito: La Protesta de Baragüá,  intercambio entre los generales Antonio Maceo Grajales y Arsenio Martínez Campos, que demostró la intransigencia de los mambises.

El “no” rotundo del jefe oriental y su rechazo al intento de Martínez Campos de darles a conocer a los allí reunidos las cláusulas del Pacto del Zanjón, firmado un mes antes en Camagüey, significaba que Maceo no aceptaría ese documento, más doloroso para él que las innumerables heridas recibidas en la guerra.

Mientras en esa provincia se firmaba el pacto de amnistía, en las zonas de Mayarí, Sagua de Tánamo, Santiago de Cuba, Guantánamo y parte de Holguín, donde operaban las unidades del Titán de Bronce, se le asestaban golpes importantes al enemigo.

El desconcierto y el malestar del jefe mambí al recibir la comisión del Camagüey que fue destinada a informarle acerca de los pormenores del Zanjón que ofrecía a los cubanos una paz sin independencia, motivó su contundente respuesta ante el general español: -“No, no nos entendemos”. Entonces, replicó el General Campos, ¿volverán a romperse las hostilidades? -¡Volverán a romperse las hostilidades!, acentuó Maceo significativamente.

Desde esa fecha los cubanos sí entendemos que solo con la independencia podemos preservar las conquistas por las que lucharon miles de hermanos hasta el triunfo de enero de 1959.

Si bien la historia guarda ese momento digno,  también recuerda la República Neocolonial tras el fin de la ocupación estadounidense en la Isla declarada  el 20 de mayo de 1902.

La “independencia de Cuba” se vio permitida por la Enmienda Platt en 1901, y aunque nominalmente el régimen aprobado era el de una democracia representativa, la realidad era una fuerte inestabilidad política como consecuencia de la inmensa influencia estadounidense sobre el país. Durante este período éramos considerados como estado títere o colonia de facto de los Estados Unidos.

En 1934 se había firmado un tratado entre los gobiernos cubano y estadounidense que obligaba al país a dar un trato preferencial a Estados Unidos en cuanto a su política económica, a cambio, Estados Unidos daría a Cuba parte de la cuota del mercado del azúcar.

En 1933, un golpe de estado dirigido por Fulgencio Batista derrocó al gobierno autoritario de Gerardo Machado, que gobernaba dictatorialmente desde 1925. Desde entonces, durante las siguientes dos décadas, Batista dominaría casi al completo la vida política del país.

En 1940 se diseñó una nueva constitución, de corte semipresidencialista, que entró en vigor el 10 de octubre de ese mismo año. Con esta nueva Carta Magna, que recogía importantes reivindicaciones populares, se abrió un nuevo período de “legalidad institucional”, siendo ésta una de las Constituciones más avanzadas de su época.

El primer gobierno de esta etapa fue el de Batista, cuya candidatura había sido respaldada por una coalición de fuerzas en la que participaban los comunistas. Durante ese régimen, la situación económica experimentó una mejoría propiciada por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, coyuntura que beneficiaría aún más al sucesor, Ramón Grau San Martín, quien resultó electo en 1944 gracias al amplio respaldo popular que le consiguieron las medidas nacionalistas y democráticas dictadas durante su anterior gobierno.

Sin embargo ni Grau, ni Carlos Prío Socarrás (1948-1952), ambos líderes del Partido Revolucionario Cubano Auténtico, fueron capaces de aprovechar las favorables condiciones económicas de sus respectivos mandatos. Ambos Gobiernos se caracterizaron por la represión política con sucesivos asesinatos de líderes opositores.

Algunos militantes del Partido Auténtico, descontentos con la línea de los gobiernos auténticos, fundan en 1947 bajo la dirección de Eduardo Chibás el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) como desprendimiento del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico).

El Partido Ortodoxo prometió cumplir las promesas traicionadas por los auténticos y el carisma de Chibás fue decisivo en la aceptación del pueblo.

En 1952, Batista volvió a presentarse como candidato para las elecciones presidenciales previstas para ese año. Sin embargo, como las encuestas lo colocaban en el tercer lugar, el 10 de marzo perpetuó un golpe de estado que derrocó a Carlos Prío Socarrás e instauró una dictadura militar.

De vuelta en el poder, Batista abolió la Constitución de 1940 y suspendió las libertades políticas, entre ellas el derecho de huelga. Se alió con los ricos terratenientes de la isla que poseían las más grandes plantaciones de caña de azúcar y presidió una economía estancada que amplió la brecha entre cubanos ricos y pobres.

El régimen cada vez más corrupto y represivo de Batista comenzó a enriquecerse de manera sistemática explotando los intereses comerciales del país y realizando lucrativos negocios con la mafia estadounidense, que controlaba los negocios de drogas, prostitución y juego de La Habana.

En un intento por sofocar el creciente descontento de su pueblo, que se manifestó a través de huelgas y disturbios de estudiantes, Batista forzó la censura sobre los medios de comunicación y recrudeció la represión del pueblo con una violencia indiscriminada, torturas y ejecuciones que costaron la vida a miles de personas.

Durante la década de 1950, el régimen de Batista recibió soporte financiero, logístico y militar de Estados Unidos.

Desde 1956 a 1958, el Movimiento 26 de Julio, encabezado por el entonces joven Fidel Castro, lideró la resistencia contra la represión batistiana a través de una guerra de guerrillas que culminó en la derrota definitiva del régimen dictatorial.

El 1ro de enero de 1959, Batista huyó de Cuba, y el nuevo gobierno llegó oficialmente al poder, reemplazando el 7 de febrero la constitución de 1940 por una Ley Fundamental, que regiría al país. En 1976 una constitución abiertamente socialista convertía a la nación en un estado de partido único: el Partido Comunista de Cuba, PCC.

Desde entonces nuestros representantes del gobierno, ni corruptos ni represivos, sino los más capaces, elegidos democráticamente,  nos informan en cada Proceso de Rendición de Cuentas sobre la gestión que realizan a favor del progreso de la sociedad desde el barrio.

Corresponde a nosotros el deber de participar, integrarnos, imbricarnos en los procesos transformadores por el progreso que tienen que darse en el entorno desde el cual preservamos las conquistas que tantas vidas y sacrificios costaron. La historia exhorta.

  

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