Guantánamo. – Hace algunos días y bien temprano en la mañana un coche cargado de pequeños que se dirigían a su escuela hacía gala de la potencia de las bocinas en él instaladas y de paso contribuía un poco a la contaminación acústica.
A todo volumen sonaba el más reciente éxito de un reguetonero de turno: “Mi palito presidario” es el título de este amasijo de letras y estribillo repetitivo, al que no voy a llamar canción pues no pretendo ofender al género.
Lo triste es que grandes y chicos se dejan seducir por el contagioso ritmo y repiten como autómatas el texto grosero y soez, denigrante siempre hacia el sexo femenino y para nada representativo de nuestras tradiciones musicales, caracterizadas por la picaresca, el fino doble sentido y el humor.
Más ausencia de estos elementos y un contenido más agresivo encontramos en el Palón Divino, otro éxito en el hit parade del intérprete urbano conocido como “Chocolate”.
Aunque esta pandemia no ha llegado a nuestros medios de comunicación, si se reproduce en centros nocturnos, en espacios de recreación, e incluso en instituciones educativas y fiestas infantiles. Nuestros niños las tararean en las calles, la escuchamos en cualquier reproductor de música o celular, sin pudor o medida alguna.
Ahora e pregunto a usted: ¿consume todo el alimento que le brindan sin importar de dónde provenga o el aspecto del mismo? La comida alimenta el cuerpo y la música, el espíritu, de ahí la importancia de elegir muy bien qué tipo de letras escuchamos. Estas inciden de manera ineludible en la formación de nuestra sociedad en su conjunto y de cada uno de sus entes de manera particular.
Si permitimos que nuestros niños y jóvenes escuchen estas composiciones, ello implica que estamos de acuerdo con lo que transmiten y aprobamos que ese comportamiento se reproduzca en nuestra sociedad.
No deseo que mi comentario sea mal entendido como una crítica al reguetón o a cualquier otro género urbano, sino como una reflexión necesaria ante cualquier manifestación de vulgaridad, machismo, discriminación y procacidad, que no son aptos para su promoción en espacios públicos y no basta con que no sean difundidos por la radio o la televisión.
Colectivo de autores, editores y gestores de contenido del multimedio Solvisión.