Mujeres cubanas, osadas combatientes en todos los tiempos

El papel esencial de las cubanas en la vida económica, científica y política del país, muestra su notable ascenso social, confirmado con creces al alcanzar en 2018 la supremacía parlamentaria, la segunda a nivel mundial.
Un ritmo ascendente marca su protagonismo, durante las últimas seis décadas, desde su presencia casi anónima en igual periodo anterior, en que el 73,8 por ciento clasificaba de ama de casa y constituían el 55 por ciento del casi millón de analfabetos, entre los seis millones de habitantes.

Con el 33,5 por ciento de la fuerza laboral (738 mil personas) desempleada o subempleada, pocas oportunidades existían para las mujeres, entre estas como tabaqueras, costureras, cocineras y criadas domésticas, mal pagadas.

Entonces eran solo el tres por ciento de los graduados universitarios; en 1953 había 403 médicas (6,5 por ciento de los galenos a nivel nacional).

Ellas alcanzan hoy el 58 por ciento de los graduados universitarios y más del 62 por ciento de la matrícula, lo cual explica que sean el 69 por ciento de los trabajadores de la salud pública y la asistencia social, y el 47 por ciento del personal de la ciencia.

La sociedad cuenta con una potente fuerza femenina, en prácticamente todas las esferas, la cual representa el 46 por ciento de los empleados en el sector estatal civil y el 17 del no estatal.

Son ocho de cada 10 de los fiscales; y las hay capaces de ejercer funciones muy calificadas en la policía y las fuerzas armadas, la marina y las diferentes especialidades del Ministerio del Interior.

Empleadas de servicios, oficinistas, maestras, ingenieras de amplia gama, docentes de alto nivel, médicas, enfermeras, empresarias, gerentes y ministras, todas disfrutan iguales salarios a sus similares masculinos, de acuerdo con el valor y la misma preparación.

DE LA COLONIA A LA CUBA DE HOY

Siempre hubo cubanas que enfrentaron las condiciones adversas en la época colonial y luego en la República neocolonial, tutelada por Washington, pero sus triunfos parciales como la aprobación del divorcio y el sufragio femenino poco resultaron en la práctica.

Muy lejos estaba todavía una revolución nueva, capaz de sacar a la mujer del oscuro rincón del hogar, demandada en 1869 por la patricia camagüeyana Ana Betancourt.

Era indispensable culminar la Revolución emancipadora, iniciada en 1868, para que tuvieran validez sus palabras a los constituyentes reunidos en Guáimaro, en abril de 1869, cuando la República en Armas daba sus primeros pasos:

‘La mujer en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada que una Revolución nueva rompiera su yugo y le desatara sus alas’, expresó.

‘Ciudadanos: aquí todo era esclavo; la cuna, el color y el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo. Llegó el momento de libertar a la mujer’, afirmó.

Miles de patriotas tomaron parte en las luchas independentistas; y con sus hijos y otros familiares vivieron en la espesura de los bosques, en la llamada Tierra del Mambí, en apoyo del Ejército Libertador, en el curso de la Revolución del 68.

Fueron enfermeras y también combatientes; curaron heridos, enterraron los muertos y pelearon contra los enemigos.

Sufrieron la represión española y resultaron víctimas de vejámenes, asesinatos y cárcel, en el país; así como deportación; durante el exilio mantuvieron viva la llama patriótica y contribuyeron con sus aportes y propaganda al manteniendo de la causa cubana.

Junto a los mambises confinados a las prisiones españolas, en la Metrópoli y en África, estuvieron sus mujeres y sus hijos, sobre todo después de la Guerra Chiquita (1879-1880).

Hubo 10 mujeres con grados de capitanas y una de comandante, la doctora en farmacia Mercedes Sirvén Pérez-Puelles, quien solo acompañada por su mula y un fusil, abastecía con su botiquín revolucionario a los hospitales mambises en el territorio holguinero durante la Guerra del 95.

El movimiento feminista se desarrolló desde finales de la segunda década republicana.

Tuvo entre sus principales promotoras a Dulce María Borrero Piedra (1883-1945) y María Luisa Dolz Arango (1854-1928); la primera poetisa, bibliógrafa y notable pedagoga, y la segunda, maestra de primaria elemental y superior; y Doctora en Ciencias Naturales.

En 1923 y 1925, la Federación de Sociedades Femeninas Cubanas celebró en La Habana los primeros congresos de su género en América Latina, y en sus agendas estuvieron el sufragio femenino, la igualdad de derechos civiles, la protección a la niñez y otros problemas sociales referidos a la mujer.

Cuba fue el primer país latinoamericano en dictar una ley de divorcio, en 1918, y la lucha por el sufragio alcanzó su aprobación, en 1934, antes que en la mayor parte de los estados de América Latina, pero en la práctica significó muy poco en beneficio de la mujer.

El sufragio femenino fue otorgado mediante decreto presidencial y confirmado en la Constitución de 1940.

Hubo luchadoras contra la dictadura machadista y en la última guerra, decenas de mensajeras, combatientes clandestinas de las ciudades, guerrilleras en las montañas, heroínas y mártires, que abrieron el camino para la liberación de la mujer cubana en el curso de la revolución, a partir de 1959.

Las cubanas gozan hoy de la plena igualdad social y han logrado situarse de manera ascendente, desde 1976 hasta el presente, en los órganos del Poder Popular, al ser elegidas a las Asambleas Municipales, Provinciales y a la Asamblea Nacional (parlamento).

Las 219 diputadas elegidas a la VI legislatura (2003-2008), duplicaron a las 105 de aquella primera legislatura (1976-1981), con el 35,96 por ciento de los 609 miembros del parlamento cubano.

En la VIII Legislatura (2013-2018), de los 612 diputados el 49 por ciento eran mujeres (299) y, en la Novena cuyos 605 miembros fueron elegidos el 11 de marzo de 2018, 322 mujeres constituyen el 53,22 por ciento de los integrantes de la Asamblea Nacional de Cuba, hecho sin precedentes.

El 87,5 por ciento posee nivel superior y el promedio de edad es de 49 años; las jóvenes de 18 a 35 años son el 13,66 por ciento y las negras y mestizas, el 51,8.

El 17,7 por ciento labora en la salud y la educación; el 15,8 en la producción y los servicios, mientras el 3,72 por ciento se desenvuelve en la investigación.

En cada proceso comicial se destaca la presencia de millones de cubanas, desde las niñas escolares que cuidan las urnas hasta las jóvenes, madres y abuelas participantes en las mesas de los colegios y las comisiones electorales de circunscripciones, municipios, provinciales y nación.

 

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