Guantánamo.- ¡Cómo pensar de tu altura cuando apenas el tiempo corría! ¡Qué decir de este joven eterno de sueños profundos, de tenaz convicción! ¿Quién podría adivinarte desde el infinito de tu alma, de tu verbo ardiente rompiendo fronteras, hacedor de una historia compartida, la del pueblo…tu pueblo?
Tal como una ráfaga que cegó el odio para reivindicar la esperanza y hacerla pan multiplicado, permanecerás entre nosotros como un gladiador triunfante.
La victoria, ese es el único lenguaje posible desde tu altura; como nos enseñaste ante cada batalla moldeada con el ejemplo de tu actuar, en todos los momentos, bajo cualquier circunstancia, alcanzando el sueño contra la adversidad.
¡¿Cómo no ser poeta para cantarte sin mesura; dibujar tus huestes enfrentando entuertos convertidos en laurel, siempre?! Un hombre leyenda, historia, tan cercano y nuestro como del mundo, es algo más que una obra inmensa.
Las palabras no pueden resumir tanta entereza ni tanta gloria vivida, fiel a las ideas de justicia que ya germinan y se agigantan. Ahora, cuando partes definitivamente a la inmortalidad, cuando un nudo en la garganta entrecorta mis palabras, solo atino a darte las gracias Fidel; por tu fuerza impetuosa y sabiduría legadas; tus ideas que son las mías y se esparcen con el viento, por hacernos dignos, y volver siempre junto a nosotros, con esa estirpe guerrillera hecha millones.