Guantánamo.- El 25 de noviembre de 2016, a las 10 y 29 minutos de la noche zarpó nuevamente en el yate Granma, el Comandante en Jefe de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz. Esta vez viaja hacia la inmortalidad, a la cumbre más alta que puede llegar un ser humano que entregó toda su energía y talento por el bien de la humanidad.
Con su hacer demuestra la valía de cada idea, del ejemplo, de la lealtad a los principios, y consagra con acción la idea martiana de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.
Desde el primer día del triunfo de Enero de 1959, Fidel supo vislumbrar que sería el pueblo, las masas de obreros y campesinos, los que llevarían las riendas del país, y la unidad sería la clave para mantener la independencia.
En su nueva trayectoria nos deja a la posteridad el concepto de Revolución, para los hombres y mujeres del archipiélago: “cambiar todo lo que deba ser cambiado…”
El gran conductor de la batalla por la definitiva independencia de Cuba, de tantos combates en todos los ámbitos frente al poderoso imperio, “incendió la historia” con dignidad y demuestra que un mundo mejor es posible y necesario.
Fidel navega en el Granma. El oleaje de rostros de niños, jóvenes, hombres y ancianos le acompaña en su travesía permanente, porque lleva consigo un corazón agitado, lleno de ternura, de amor, de coraje.
El Comandante orienta la proa hacia la luz de la dignidad, en busca del puerto luminoso donde el ser humano sea tratado como tal. La ruta es azarosa, más el timonel bordea y vence los obstáculos porque es excepcional, insustituible.
Colectivo de autores, editores y gestores de contenido del multimedio Solvisión.