Guantánamo. – La historia parece tener una complicidad con Fidel, uno de los más grandes hombres de los siglos XX y XXI. El poder de su pensamiento lo llevó incluso a predecir su muerte, luego de celebrar, junto a todo su pueblo, su noventa cumpleaños.
Hoy, como ayer, marcha hacia la cuna de la Revolución Cubana, desde donde un día saliera hacia La Habana, para celebrar el triunfo de la gesta que tanta sangre derramada costó en la Sierra Maestra y en el Llano.
Su pueblo, nuevamente enardecido, lo vitorea, celebra su vida y recuerda sus hazañas. Él está en cada uno de los que lo saludan, en los obreros que dedican sus jornadas a su vida, a preservar las conquistas ganadas durante estos 57 años de proyecto socialista.
Ineptos, inconsecuentes, insulsos de alma y pensamiento festejan su fallecimiento. ¡Qué ingenuos! Es que no escucharon al pueblo antes y hoy tampoco lo escuchan cuando gritan: Yo soy Fidel.
Fidel no ha muerto, transita hoy toda Cuba en una nueva cabalgata de victoria, donde comprueba la convicción insoslayable de los cubanos de mantener la palabra empeñada, de seguir haciendo Revolución, en acuerdo al concepto que legara aquel Primero de Mayo del 2000.
Sus restos mortales descansarán junto al Apóstol, es más universal de todos los cubanos, pero sus ideas forman desde hace mucho tiempo, parte del ideario de los justos y los verdaderos defensores de la libertad.
