Los amantes de voleibol en Cuba y en el mundo rinden hoy homenaje a Eugenio George, el mejor entrenador del siglo XX y artífice de ese equipo de ensueño tricampeón olímpico, Las Morenas de Caribe.
El célebre preparador cumpliría este lunes 88 años de una vida repleta de grandes hechos y emociones en el deporte de la malla alta, porque lo ganó todo -o casi todo- en el terreno competitivo, tras armar a varias selecciones femeninas de la isla, con las cuales brilló por más de tres décadas.
Fue el ejecutor principal de ese proyecto ganador que constituye la Escuela Cubana de Voleibol, y la Federación Internacional (FIVB) le seleccionó por su trayectoria como el mejor preparador de la centuria pasada. Desde el 2005 su nombre figura en el Salón de la Fama.
George nació el 22 de febrero de 1935, en Baracoa, ubicada en Guantánamo, provincia del oriente cubano, conocida también como la ‘Ciudad Primada’, por haber sido la primera fundada en la Isla por el conquistador español Diego Velázquez, el Adelantado, el 15 de agosto de 1511.
Su gusto por el deporte de la malla alta se manifestó desde muy joven. Desde muy temprana edad se interesó por la práctica del voleibol. A fines de la década de 1940 su familia se trasladó a La Habana en busca de mejoras económicas, donde comenzó el bachillerato y se abrió camino junto a su hermano Edgar en las prácticas del voleibol.
Como integrante de los seleccionados nacionales varoniles intervino en los Juegos Panamericanos de México-1955 y Chicago-1959, el Campeonato Mundial de París-1956 y en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Jamaica, en 1962.
El debut de George como entrenador le deparó el cetro masculino en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Puerto Rico 1966, un momento muy especial en su vida, porque a partir de aquí su espiral como preparador principal fue siempre en ascenso.
En su palmarés exhibe las medallas de oro de forma consecutiva conquistadas por Las Morenas del Caribe en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sídney 2000, así como los títulos en los Campeonatos Mundiales de Leningrado 1978 y Sao Paulo 1994, y el subtítulo del orbe en 1986, en Praga.
Igualmente, en sus vitrinas atesora sus victorias en las Copas del Mundo, en Japón (1989, 1991, 1995 y 1999), y preseas plateadas en 1977 y 1985; el título en la Copa de Grandes Campeones de 1993 y plata en 1997.
Además, dos oros y cuatro segundas plazas en Grand Prix, también acumula triunfos importantes en Juegos Panamericanos y Centroamericanos y del Caribe, en los torneos de la Confederación Norte, Centroamericana y del Caribe (Norceca) y en otros certámenes del más alto nivel.
Se desempeñó como director de la Comisión Técnica y de Entrenadores de la Norceca, además fue asesor de la Federación Cubana de Voleibol hasta el 2011 año en que fue nombrado presidente de esa entidad deportiva, cargo que ocupó hasta su fallecimiento, a los 81 años el 31 de mayo de 2014.
Héroe Nacional del Trabajo y Orden del Collar Dorado de la FIVB, George dejó una estela de sabiduría estratégica de un elevado nivel competitivo donde se mezclaron sus conocimientos de gran técnico y pedagogo.
Su muerte constituyó un duro golpe para el deporte cubano y para el universo del voleibol en el mundo porque partió un hombre que con genialidad esculpió las argumentaciones para sus grandes triunfos y con humildad y calma puso su estatura humana delante de todas las leyendas que se tejieron, los rangos y calificativos.
Otra grande del voleibol planetario, la cubana Mireya Luis, dijo: ‘no despedimos a alguien que ha tenido una historia común, despedimos a un héroe del deporte, quien casi hasta el último día de su vida estuvo en el terreno entregando sabiduría, experiencia y calma, porque no siempre en el voleibol todo fue color de rosa.
‘Él tuvo la inteligencia para levantarse después de un revés. Gracias por ser tan humano, por dejar tanto amor impregnado en los que hoy te acompañamos hasta aquí’, subrayo Luis, una fenomenal exjugadora que hizo época al lado de George, a quien siempre consideró un padre
Tomado de PL