De nombres, héroes e historias

Antonio Maceo y Enersto Che GuevaraGuantánamo.- Dos nombres se unen más allá de la leyenda, dos hombres separados en el tiempo que sin embargo engranan en perfecta historia de amor y bravura: Antonio Maceo y Ernesto Che Guevara.

El primero había nacido el 14 de junio de 1845, en Santiago de Cuba, en el seno de una familia independentista, se incorporó desde el inicio a la guerra anticolonialista de 1868, sobresalió como bravo soldado, jefe mambí, y relumbró como verdadero estratega en la táctica militar.

Junto a Máximo Gómez, dominicano que ofrendó su vida a la causa de los cubanos, protagonizó la invasión de Oriente a Occidente, considerado por muchos el más trascendental evento de la historia militar de la nación.

La actitud del Titán de Bronce se correspondió con su apelativo en la viril Protesta de Baraguá, hecho en el cual junto a sus seguidores rechazó el Pacto del Zanjón mediante el cual la colonia española proponía a los cubanos una paz sin independencia.

Su espíritu antiimperialista quedó explícito cuando expresó, ante intenciones de las agotadas tropas mambisas de anexarse a los Estados Unidos, que era preferible continuar en la manigua antes de contraer deudas de gratitud con un enemigo tan poderoso.

Cinco décadas después, de igual forma en el fragor de un combate, herido y ahogado por un ataque de asma, un hombre se dispuso a ayudar a su compañero de lucha también lastimado. Nadie lo escuchó siquiera lamentarse por su dolor.

Era Ernesto Guevara de la Serna, nacido el 14 de junio, pero de 1928, en Rosario, Argentina, modelo de revolucionario cuyas ideas y acción materializan jóvenes y movimientos sociales de todo el mundo.

Ejemplar humanista, médico de profesión, el Ché, sobrenombre con el cual pasó a la historia, quien poseía una intensa e implacable formación política, muy pronto abrazó la Revolución como único camino para desafiar al imperialismo.

El Ché brilló como guerrillero y por sus cualidades para el mando mereció el primer ascenso a Comandante otorgado por el Comandante en Jefe Fidel Castro, quien en 1957 le asigna la jefatura de una columna rebelde.

El asma, enfermedad que le castigaba permanentemente no le impidió cumplir numerosas misiones militares en la Sierra Maestra, incluyendo la transmisión de lo que acontecía en las montañas a través de Radio Rebelde.

Como Maceo y Gómez, reeditó la invasión de oriente a occidente, mediante la cual, en una de sus decisivas batallas, la de Santa Clara, dio el puntillazo para fin de la dictadura de Batista, y el triunfo revolucionario.

Establecida la Revolución, ocupó trascendentes responsabilidades en el Partido Comunista de Cuba y el Gobierno a los que renuncia después, al partir a su misión liberadora internacionalista cuando otros pueblos del mundo reclamaron el concurso de sus modestos esfuerzos, tal como expresó en su carta de despedida a Fidel.

En épocas distintas Maceo y Che abrazaron los mismos ideales de justicia, humanismo, solidaridad, independentismo y antiimperialismo.

Hoy las generaciones a las cuales legaron sus intachables ejemplos advierten el perenne germinar de dos semillas cuyos frutos se expanden por todo el universo.

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