El sofocante calor que se percibía a las tres de la tarde en el Estadio “Capitán San Luis”, de la capital de Pinar del Río, parecía no percibirlo el Señor Kenta, scouter japonés que pistola en mano, medía la velocidad de los lanzadores vueltabajeros y pineros.
Este especialista del béisbol en la tierra del Sol Naciente es experto en contratar peloteros de habla hispana. Desconocedor de esta información intenté establecer diálogo en inglés, a lo que me respondió -en español fluido- que podía ser en la lengua de Cervantes.
El partido había comenzado y respetando su profesionalidad, solo le pregunté por el estado de la contratación de nuestra estrella del montículo Liván Moinelo. Casi sin quitar la vista de su pistola me confirmó que es cuestión de poco tiempo.
El propio Moinelo, acompañado de su esposa y su bebé, me informó que como todos los peloteros cubanos que se incorporan a las ligas japonesas, él inicialmente será parte de una franquicia de ligas menores de los “Halcones de Softbank”, la misma selección que cuenta con el toletero granmense Alfredo Despaigne.
Lo demás se lo ganará con su actuación. Medio en broma y medio en serio, le comenté al zurdo de Río Feo que debía cuidarse porque los entrenamientos en Japón son fuertes y muchos brazos y cuerpos cubanos no lo han resistido. Con sonrisa pícara me respondió que estaba preparado para lo que viniera.
Moinelo tiene alicientes para emprender este sueño. Su hija Briana goza de buena salud, su fiel esposa y su padre estarán al tanto de la casa que aún está en fase de construcción con facilidades del Estado cubano, y, lo más importante, podrá acatar la encomienda que un día le dio su mamá.
En ocasión de una entrevista a Leonor Pita, su progenitora, le manifestó a este redactor: “Cuando llegue a vieja y esté en el hospital mi hijo mayor me acompañará allí, el del medio se quedará en la casa para preparar y mandarme la comida y Liván será el encargado de llevármela y además guapear el dinero para mantenerme económicamente, porque bastante me he sacrificado por ellos”.
¿Alguien duda que ésta será la mejor oportunidad para que este hijo agradecido y fiel a esta tierra vueltabajera, a la que jura no abandonará jamás, pueda cumplir con la palabra empeñada? Allí dejé al Señor Kenta haciendo anotaciones en su jeroglífico japonés, que solo él entenderá. Con la paciencia asiática se mantuvo todo el juego concentrado en su mundo de ilusiones.