Guantánamo.- Celia Esther de los Desamparados, así fue bautizada tal acto profético que definiría su existencia marcada por auxiliar a los necesitados. Para los cubanos era simplemente Celia, la flor más autóctona de la Revolución.
Cuando el 11 de enero de 1980 se conoció la noticia de su deceso, luego de una larga batalla contra el cáncer, las lágrimas en los ojos de millones hablaban por sí solas de la impronta de una mujer cuya vida estuvo indisolublemente ligada a la historia y la vida de la gente de pueblo.
Nació en Media Luna el 9 de mayo de 1920, de su padre heredó la fortaleza de carácter, la tenacidad, sensibilidad patriótica y política. De la madre, las actitudes más femeninas y amorosas.
La joven ganó madurez política con el transcurso de los años. Recibió fuertes influencias del quehacer revolucionario de Antonio Guiteras y luego de Eduardo Chivás. También fue una ávida lectora y estudiosa de textos de carácter histórico.
Se rebeló contra la cruenta dictadura de Fulgencio Batista, primero como activista de la lucha clandestina, luego como dirigente del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en la antigua provincia de Oriente desde donde organizó numerosas acciones contra la tiranía y sirvió de mensajera al Ejército Rebelde.
Luego se incorporó a la lucha armada en la Sierra Maestra, fue la primera mujer en hacerlo, algunos pensaron que no podría soportar las penalidades de la vida guerrillera o que su presencia estorbaría la movilidad general del grupo, pero demostró lo contrario y tuvo un papel destacado en la creación del batallón femenino Mariana Grajales, en septiembre de 1958, el cual operaba en la zona de La Plata como apoyo a la retaguardia guerrillera.
Su importancia para el Ejército Rebelde era tal que el 15 de junio de 1957, Fidel Castro le confesó: “Tú y David (Frank País) son nuestros pilares básicos. Si tú y él están bien, todo va bien y nosotros estamos tranquilos.”
Luego del triunfo de la Revolución, multiplicó sus responsabilidades. Fue Secretaria del Consejo de Estado, Diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, en representación de Manzanillo, y desplegó un arduo y minucioso trabajo en la Oficina de Asuntos Históricos, además de ser la ayudante personal de Fidel por 23 años.
Celia Sánchez Manduley fue una fumadora empedernida y amante del café, le encantaba el mamoncillo, la ciruela criolla, el tamarindo y el mango. Jamás miró por encima del hombro a nadie, siempre solidaria y fiel aliada de los humildes, se ganó el cariño y admiración del pueblo.
Nunca perdió la sencillez ni la alegría, incluso luego de saber el fatal diagnóstico de su enfermedad. Era una cubana bromista, pero a la vez responsable, exigente, comprometida, anónima y modesta; nadie como ella lleva tan justamente ligado a su nombre el apelativo de autóctona.