“Calendario: Algo pasa con la estructura”

Guantánamo.- Si algo hemos aprendido durante tanto tiempo expuestos a productos dramatizados de todo tipo, es el poder de las estructuras dramáticas. Cada obra está (o debe estarlo) sostenida internamente en soportes dramatúrgicos precisos. Cuando un material (principalmente seriado) altera su estructura, suele crear una sensación de extrañamiento e incomodidad en los públicos para los cuales está diseñado.

Es indudable la calidad escritural de Calendario, algo que nos demostró en la temporada pasada y que en esta reafirma, sobre todo por su habilidad de conmover con historias cotidianas, demasiado cercanas a nuestras propias vivencias. Pero Calendario cambió su estructura inicial, y al hacerlo rompió con ciertas pautas que muy bien habían funcionado en su primera entrega.

Seguir todas las subtramas al mismo tiempo, en principio suena bien, pero en la práctica representa un problema: son demasiados personajes exponiendo sus dilemas, cada uno con una importancia marcada en la historia, lo que hace que el ritmo sea sofocante, atropellado, sin tiempo para ciertos regodeos en la imagen y en la edición, que a veces se tornan necesarios.

Pero con la nueva estructura, Calendario perdió algo de magia y de profundidad en el abordaje por episodio de dos o tres temas, que muy bien se hilvanaban con los motivos literarios que arrojaba la profe Amalia. En esta temporada, tales motivos, son casi nulos. Hasta la fecha se han confeccionado muy pocas escenas con la literatura de protagonista. También se percibe un poder de síntesis exacerbado y cierto aire de estampa que no siempre luce orgánico.

Pese a estos contratiempos en la forma, Calendario sigue siendo una serie necesaria y efectiva. Bien lo demostró este capítulo de emociones a flor de piel, donde la verdad de Inés fue divulgada de manera accidentada y poco ética por parte de Natalia, pero el efecto fue el esperado: la empatía de sus compañeros de aula y el rechazo al vil violador.

Muestras de un machismo adherido se observaron en dos núcleos dramáticos: el de Israel, donde su padre se escandaliza ante la idea de una pareja abierta entre el muchacho y la novia, y el de Orestes y Noemí, en donde la irreverente muchacha cae en la trampa de la obligatoriedad femenina a hacerse responsable de los quehaceres de una casa. Los dos temas fueron manejados con gracia inteligencia, y una naturalidad notable en la confección de los diálogos.

Un nuevo interés romántico para Amalia se fue dibujando en este capítulo; un hombre que representará un reto emocional para la joven maestra, así como una nueva oportunidad para abrirse al amor. Raúl, que así se llama este filólogo-comerciante, mostró al inicio de su aparición un lado demasiado pragmático para el gusto de Amalia, pero al final el atractivo natural del hombre hizo lo suyo en el corazón de esta mujer encantadora pero frágil.

Hoy en las actuaciones resaltó el trabajo de Eduardo Martínez, en la piel de Raúl, el nuevo par romántico de Amalia. Este actor, entrenado en el teatro, representa una bocanada de aire fresco para la serie. Su apariencia simple, ordinaria, encajó muy bien en la progresión dramática de esta presentación accidentada, en la que nada fue como esperábamos. La naturalidad con la que Martínez dice sus textos, su eficaz expresión corporal y el poder de su mirada, establecieron con prontitud una química inmensa con Clarita García. Aunque muchos extrañarán la relación entre Clarita y Niu Ventura, no se puede negar que Martínez también logra su cometido como par romántico.

Una Natacha Díaz regia y profunda, rompió en llanto ante la dura verdad de su nieta. Mucho de fragilidad y dolor hubo en la interpretación de la Díaz. Todo en su cuerpo contribuyó al derroche de emociones. Su voz quebrada, su mirada acuosa, sus manos hechas puro temblor, nos hablaron del sufrimiento de una anciana curtida por los años, consciente de las marcas dejadas por el abuso sexual.

La integración al elenco de la despampanante y siempre correcta Jaqueline Arenal, fue uno de los mayores regalos de este episodio. La Arenal, en su única escena, desplegó una serie de habilidades actorales adquiridas en su amplia carrera internacional. Tanto el uso de su mirada, como las efectivas transiciones entre diálogos, ayudaron a definir las rutas de esta feme fatal en sus cincuenta.

Una Ingrid Lobaina precisa, intelectiva y muy sutil, nos llevó a otro nivel representacional en la piel de Noemí. Sus motivaciones como personaje crecieron y el contraste de estas permitieron que Lobaina se luciera en sus escenas, cada una más compleja que la otra.

Aunque la estructura de la serie cambió y esto obligue a una agilidad no siempre orgánica en las peripecias, Calendario sigue siendo funcional y necesaria, más en tiempos de tantos retos ideológicos y educacionales. Aunque algo pase con la estructura, nada ha de impedir que la profe Amalia junto a sus muchachos , nos ilumine la inocencia.

Tomado del perfil en Facebook Telenovelear

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