A pesar de los años, sigues seductora y mágica, Baracoa

Guantánamo.- Más allá de La Farola, de sus ríos y playas, se erige Baracoa, primera Villa fundada el 15 de Agosto de 1511 por Diego Velázquez, donde fija su residencia para convertirla posteriormente en la capital política y eclesiástica de la Mayor de Las Antillas.

De aquel suceso histórico existe la única Cruz de la Parra en uno de los altares de la iglesia parroquial, donde aún puede admirarse. Es la única pieza conservada de las 29 colocadas por Cristóbal Colón durante su viaje por América cuatro días después de su arribo, y hallada por Diego Velázquez y sus expedicionarios.

Para llegar a Baracoa, si accedes por tierra, tienes que atravesar el viaducto La Farola, una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana, construida en la primera mitad de la década de 1960. Así, podrás disfrutar de un atractivo espectáculo al pasar por una zona completamente exótica donde existen 11 puentes colgando al vacío, a una altura de más de 600 metros sobre el nivel del mar.

Situada en la parte noroeste de la provincia de Guantánamo, Baracoa, está enclavada en medio de una región montañosa. La presencia de una vegetación de bosques vírgenes, pletóricos de flora y fauna endémicas, ríos cristalinos y playas rodeadas de uva caleta, almendros y cocoteros; hacen de Baracoa, una ciudad peculiar con relación a otros destinos naturalistas del país.

Su nombre es de origen Arauco (taino) y significa existencia del mar. Es conocida también como Ciudad Paisaje, la Ciudad de las Lluvias, Ciudad de las Montañas, Ciudad de las Aguas, y la Capital de la madera, el coco y el cacao.

Llegar a esta mágica ciudad, siempre es una inolvidable aventura. El centro histórico, declarado Monumento Nacional, es uno de los recorridos más atrayentes. En Baracoa aún se conservan las evidencias del sólido sistema de fortalezas coloniales que la defendían del asedio de piratas y corsarios. De ello dan muestras los fuertes Matachín, sede del Museo Municipal; La Punta y Seboruco, los torreones de Joa y Caguase, y el Castillo de la villa, devenido en confortable hotel.

Es una ciudad asombrosa, donde la dulzura se apodera de los habitantes y de quienes llegan hasta su entorno. Nada enorgullece más a un baracoense que fabricar el cucurucho, rico dulce de coco rayado y envuelto en la yagua del propio árbol, así como degustar el exquisito chocolate. de ahí que se le conozca como la Capital del coco y el cacao.

Desde la misma ciudad de Baracoa, se enaltece La Bella Durmiente, montaña casi esculpida, que en su superficie muestra el cuerpo de una mujer tendida al Sol, dotada de un impresionante realismo mágico natural. La elevación montañosa está acompañada por el Yunque, la más célebre de las alturas y devenido símbolo de la ciudad.

Su posición geográfica es motivo de inspiración para aventuras de diversas índoles. Desde cualquier rincón de sus calles, se accede al mar y, por si fuera poco, las corrientes fluviales convierten a la villa en un crisol de tradiciones y costumbres locales.

Coqueta y linda, húmeda y tranquila, antigua y simple, notable y fascinante, Baracoa no miente.  Es que tiene el privilgio de llevar consigo la belleza inigualable que descubriera Colón, acompañada de la sencillez de sus pobladores y esa rara hermosura de una ciudad que, entre el verdor de las montañas y su naturaleza exhuberante, exhibe su encantadora belleza.

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