55 años de un cerco inútil

Hoy se cumplen 55 años de que la ignominia se oficializó: el 3 de febrero de 1962, el Gobierno de Estados Unidos, encabezado entonces por John F. Kennedy, firmó la orden ejecutiva 3447 que dispuso el embargo total del comercio con Cuba, una política de acoso y cerco económico para tratar de doblegar al pueblo y destruir su Revolución, que había tenido más tempranas acciones agresivas, desde el mismo 1959. Pero la rúbrica kennediana oficializaba lo que ya se estaba poniendo en práctica.

El sitio digital  CubavsBloqueo, publica un editorial que recuerda pasos y pormenores que fueron poniendo bloques en la política imperial: reducción y luego cancelación de la cuota azucarera, prohibición de la inversión privada estadounidense en la Isla, eliminación de la llamada ayuda económica, boicoteo a empréstitos bancarios, prohibición de importación a Estados Unidos de cualquier producto de origen cubano, restricción de todas las exportaciones desde EE. UU., incluidos alimentos y medicinas; invasión mercenaria por Playa Girón, exclusión de Cuba de la OEA…

Se trató de aislar a la nación en la arena internacional, en especial del contexto latinoamericano, y los zarpazos fueron en aumento con el paso de los años y ante la firmeza del pueblo cubano: convirtieron en ley las regulaciones del bloqueo con la Ley para la Democracia Cubana de 1991, la conocida Ley Torricelli, y el 12 de marzo de 1996 el cerco se estrechó más aún con la Ley de la Libertad Cubana y Solidaridad Democrática, la famosa Helms-Burton, base de la subversión y de los programas de cambio de régimen.

Ambas leyes y otras regulaciones que las fueron acompañando ampliaron y complejizaron el entramado que quiso «provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno», como dijeron en 1960.

Pero el bloqueo ha sido uno de los mayores fiascos de 12 administraciones estadounidenses, y aunque sigue dañando al pueblo cubano y obstaculizando el desarrollo económico y social de nuestro país, 55 años después la Revolución Cubana sigue en pie y tampoco han podido aislarla de un mundo que rechaza y condena esa agresión.

En los dos últimos años medidas de la recién finalizada administración modificaron algunas de sus espinas, pero solo su levantamiento total permitiría la convivencia civilizada a la que Cuba está dispuesta.

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