Campesinos, ¿quién duda de su importancia en Cuba?

Campesinos, ¿quién duda de su importancia en Cuba?Guantánamo.- Son poco más de 380 000 y tienen la responsabilidad de más del 65 % de la producción ganadera y de viandas y hortalizas en la nación, representan alrededor del 3,4 % de la población y proveen buena parte de los alimentos que consumen los 11,2 millones de cubanos y los más de 4 millones de visitantes que tiene el país cada año.

Proporciones similares se manifiestan en Guantánamo, en donde aportan casi la totalidad del cacao, el coco, café, carne de cerdo en pie y leche vacuna, entre otros renglones.

Las cifras sustentan con elocuencia la importancia que para la agricultura de Cuba y la provincia tienen los miembros de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP).

Si bien la Actualización de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución apuesta por la empresa estatal agropecuaria como el gestor principal del desarrollo tecnológico y de las estrategias de producción y comercialización, también lo hace por un cambio necesario en el modelo de gestión de la tierra.

Hay un reconocimiento implícito a que en la actualidad los campesinos individuales, las cooperativas de créditos y servicios, las de producción agropecuaria y los usufructuarios son los más productivos en la rama.

Superan los resultados de muchas empresas públicas y las Unidades Básicas de Producción Cooperativa, las cuales disponen de la mayor parte de las tierras cultivables en el país.

Por eso la Actualización aprobada en el VII Congreso del Partido Comunista anima a continuar promoviendo las formas de gestión no estatal en las áreas productivas, sin que el Estado deje de ser el dueño de más del 80% de la superficie agrícola.

Así, desde que en 2008 se inició la entrega masiva de tierras estatales en usufructo, entre más de 200 000 personas las autoridades han redistribuido 1,7 millones de hectáreas pobremente explotadas por empresas estatales.

También se aplican medidas dirigidas al sector agroindustrial, como la descentralización de las ventas directas al turismo, la posibilidad de contratar fuerza laboral, obtener créditos agrícolas y la diversificación en el proceso de comercialización.

El Gobierno revolucionario aprecia a los campesinos como una fuerza vital para el definitivo despegue del sector agropecuario mediante un mayor y mejor uso de las tierras existentes, como un factor decisivo para el crecimiento económico del país.

La Agricultura cubana está lejos de ser eso. Apenas aporta el 4% del Producto Interno Bruto en un país que anualmente hace importaciones de alimentos por unos 2 000 millones de USD.

Hay solo un discreto incremento de las producciones agropecuarias en los nueve años transcurridos, con el mayor avance en los frijoles que treparon el 40 % en el período.

Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, en el caso de las viandas y el arroz el crecimiento fue entre el 2 y el 3 % como promedio anual.

En esos resultados influyeron períodos frecuentes de sequía en varias partes del país, como en Guantánamo; el insuficiente uso de la ciencia y la técnica, la carencia de maquinaria, sistemas de riego e insumos como semillas de calidad, fertilizantes y plaguicidas.

Pero gravitan además los nudos que atan las fuerzas productivas, aspecto que en más una ocasión la dirección del país ha enfatizado en la necesidad de resolver en la producción agrícola.

Los anapistas de Guantánamo recién han denunciado las demoras que suceden en el pago por empresas básicas como la de Productos Lácteos y la Cárnica.

Aunque producciones físicas como la carne de cerdo en pie o la leche se cumplen en 2017, no se puede ocultar que esas entidades son morosas en las cuentas por pagar y lo hacen con mucho retraso, lo que dificulta a los campesinos amortizar en tiempo sus deudas con las entidades suministradoras de productos o servicios.

Se da el caso absurdo que el Banco de Crédito y Comercio para liquidar deudas contraídas por la Empresa de Productos Lácteos, embarga dinero del subsidio que otorga el Estado a la entidad para sufragar las compras que hace de leche vacuna.

Otras quejas señalan los retrasos en la entrega del combustible asignado a las cooperativas lo que en muchas ocasiones las obliga a retrasar tareas con la maquinaria. El carburante lo gestionan las empresas estatales agropecuarias. Un caso señalado es la Empresa Agroindustrial de Granos Niceto Pérez.

El propio presidente de la ANAP, Rafael Santiesteban Pozo, en ese sentido ha insistido en que, a pesar de los campesinos apelen a alternativas agroecológicas, los recursos hay que ponerlos en el momento que lleva cada cultivo para tener un impacto superior en los rendimientos y bajar los costos de producción.

Las prácticas señaladas contravienen al gran esfuerzo que hace el país para dotar a la rama de buena parte de los equipos, maquinaria, avances tecnológicos y otros recursos que le permitan llegar definitivamente a practicar una agricultura intensiva, sostenible ambientalmente.

Es una necesidad resolver esos problemas cuando también el sector cooperativo-campesino se incluye en la estrategia que el Gobierno revolucionario perfila respecto a inversiones, extranjeras y nacionales, para ramas que requieren del suministro agropecuario.

El concepto a nivel nacional es que la agricultura en Cuba es una sola y se trabaja para poner en igualdad de condiciones todas las estructuras productivas.

Para recuperar el espacio perdido, la actividad deberá crecer más rápido que el ritmo global de la economía para disminuir las elevadas importaciones de alimentos que el país hace en la actualidad.

En la meta, los campesinos continuarán teniendo una innegable y vital importancia, sin perder de vista la premisa de que su mayor compromiso moral y patriótico es producir para el pueblo.

 

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