Y era de Bronce el Titán

Guantánamo.- Antonio Maceo Grajales, el cubano más conocido en América Latina en la segunda mitad del siglo XIX, inscribe su nombre entre los guerreros excepcionales del mundo en una epopeya que marcó su cuerpo con 27 heridas,  21 de ellas,  en la primera guerra independentista. 

El primogénito de los Maceo Grajales, nació el 14 de junio de 1845 , era buen jinete y diestro en la esgrima del machete de defensa personal. Antonio asiste a una escuela elemental para niños de su raza y, siendo adolescente, comienza a trabajar en la finca de la familia junto a sus hermanos.

En esta labor  lo sorprende el estallido de la Guerra de los Diez Años y se incorpora a las fuerzas del capitán Juan Bautista Rondón, el 25 de octubre de 1868, o sea, 15 días después de que Carlos Manuel de Céspedes se alzara en armas en La Demajagua. 

Paradigma de la grandeza militar al servicio de una noble causa, Antonio Maceo se destacó por su disciplina y ese don de líder militar y político, que jamás utilizó para su beneficio personal, sino que lo pone al servicio de Cuba. Sobresalían de su personalidad, la elegancia y la elevada moral que le hacían ser un independentista pertinaz que incluye la abolición de la esclavitud como principio primero.

De Antonio son estas frases que lo revelan y ordenan: “Cuando Cuba sea independiente, solicitaré del Gobierno que se constituya, permiso para hacer la libertad de Puerto Rico, pues no me gustaría entregar la espada dejando esclava esa porción de América”. “¿Para qué queremos la vida sin el honor de saber morir por la Patria?”…

Bajo el auxilio de sus ascendientes en el Ejercito Libertador Cubano, comenzó su carrera militar. Fue un gran soldado, sin embargo, no demoró en demostrar su destreza para el combate, además del coraje y la disciplina para trascender entre las tropas mambisas. Por ello, se ganó el seudónimo de “El Titán de Bronce”.

Fue un bravío e íntegro mambí que se destacó como combatiente, organizador y jefe militar. Sus proezas, carácter y cualidades, junto a sus sentimientos revolucionarios y antiimperialistas, hicieron posible su entrega a la defensa de un ideal noble y justo: la libertad.

Más allá de los combates y las acciones,  Antonio Maceo Grajales,  fue hombre de pensamiento.  Para él, ninguno de los objetivos por los cuales los independentistas estuvieron en la manigua,  se conseguía a través del Pacto del Zanjón.  Consideraba el Titán que con ello, no se vislumbraba la abolición de la esclavitud ni la independencia de Cuba. Y ese hecho, al decir de nuestro José Martí, es estimado entre los hechos “más gloriosos de nuestra historia”.

Antonio Maceo Grajales, era atrayente,  fornido y de fisonomía simpática y sonriente. Acostumbraba a hablar bajo y despacio.  Fue un hombre de trato afable que fue feliz porque vino de León y de Leona, e hizo grande a su Patria porque realizó proezas que engrandecieron su leyenda y nos  trazaron el camino para la Cuba de hoy. Así era de Bronce el Titán.

 

 

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