Una palabra corta con un mar de significados

Feliz Día de los Padres!Guantánamo.- Ellos, definitivamente, no son un accesorio, son la otra mitad que necesitamos para crecer, aprender y avanzar en caminos propios, aunque no siempre seamos lo que ellos soñaron, pero igual nos dan su apoyo incondicional y es que son padres.

No concuerdo con la expresión de que “padre es cualquiera”, no, padre es quien, tal vez siquiera sin haber engendrado, cría, apoya y siempre está ahí sin pedir nada a cambio. Es ese soporte siempre disponible e imprescindible, no importa el momento o la hora, para contarle el último problema en el que nos hemos metido, los albores de la más reciente conquista o el último progreso …Padre es una palabra corta que encierra una increíble gama de acepciones.

Ser papá es un trabajo que jamás termina, igual que el de la madres, porque guiar a un ser desde sus primeros pasos, o los medianos, o incluso los supuestamente ya consolidados, es una de esas tareas sin fin.

Hablo en nombre de los que han sido bendecidos por un papá a tiempo completo, sin importar si se han quedado, o no, junto a la madre, de aquellos a medio tiempo, o sea, de los que se incorporaron a mitad del camino y asumieron un rol, a veces abandonado. Hablo por los que también fuimos bendecidos por un abuelo, como el mío, o por un tío, como mi René.

Y hablo también por mi padre, Danilo, con su férreo carácter, duras críticas y ausencia de detalles que en más de un momento de mi vida me  hizo cuestionar… pero que con su formación de combatiente del Ejército Rebelde y las asperezas de su niñez primero, y la adolescencia y juventud militar, después, ha estado a mi lado para solucionar momentos cruciales de mi vida.

Hoy mi papá ya no es el de antes, en silla de ruedas con una pierna amputada y decenas de complicaciones asociadas a su condición, sigue siendo “el  mío”, mi querido, mi viejo… el que aún me aconseja y se preocupa cuando pasan dos días sin verme y procura mi presencia.

Me refiero también a mi inigualable “papa”, mi abuelito materno que me durmió en el balance hasta los 10 años junto al biberón y que murió cuando más falta me hacía. Pero también, de mi querido “tíito” René, ese padre sustituto que aún no me conformo con haberlo perdido.

Y hablo de todos esos hombres que conociéndolos, o no, son de esos hombres de los que nunca nos alcanzan ni el tiempo  ni la vida para, mucho antes del tercer domingo de junio decirles: ¡Felicidades papá!

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