Guantánamo.- Si hay una de esas fechas del año que no se puede pasar por el alto, es el Día del Educador, es un momento de homenaje obligado para quienes profesan el ejercicio de una vocación de amor infinito.
Es de obligada referencia remontarse a l 22 de diciembre de 1961 cuando Fidel Castro, en la Plaza de la Revolución, junto a los alfabetizadores, declara a Cuba Territorio libre de analfabetismo:
“Hemos ganado una gran batalla, y hay que llamarlo así: batalla, porque la victoria contra el analfabetismo en nuestro país se ha logrado mediante una gran batalla, con todas las reglas de una gran batalla. Batalla que comenzaron los maestros, que prosiguieron los alfabetizadores populares, y que cobró extraordinario y decisivo impulso cuando nuestras masas juveniles, integradas en el ejército de alfabetización “Conrado Benítez”, se incorporaron a esa lucha.”
Porque difícil fue el momento en el que miles de jóvenes decidieron salir del abrigo familiar para sumarse al llamado de enseñar a leer a los millones de personas olvidadas, a quienes se les negó por años, alimentarse del pan de la enseñanza.
Difícil fue también los miedos que tuvieron que enfrentar, el odio de las bandas contrarrevolucionarias que humillaba, asesinaba…ahí están los nombres de Conrado Benítez, Manuel Ascunce Domenech, el campesino Pedro Lantigua…
Muchos de ellos, siguieron la carrera del magisterio, otros se han ido incorporando enamorados del placer de enseñar, formar, de ser parte de la vida de los niños de hoy que son los hombres y mujeres del futuro.
Aunque a veces se les llame “héroes anónimos”, lo cierto es que más allá de una jornada de homenaje, en el educador descansa en el día a día, la base de la preparación de las nuevas generaciones de cubanos que con profundo cariño recuerdan siempre a su maestro.