Guantánamo.- La telenovela cubana El derecho de soñar nos ha presentado a Pascual y María Luisa, una pareja de personas en situación de discapacidad intelectual que comparten la vida de manera bastante independiente, aunque cuentan con la supervisión y el acompañamiento de la mamá de ella.
Pipo y Muñeca, como se llaman cariñosamente, disfrutan una complicidad que muchas veces se nos hace difícil a nosotros, «los normales». Así lo valora Aryamna, una madre habanera: «Para los padres es maravilloso ver a nuestros hijos vivir cada momento de sus vidas al máximo, y es un sueño muy grande lograr que dos personas con discapacidad intelectual o fisicomotora lleguen a amarse como se aman Muñeca y su muñeco en la novela… El amor no tiene edad, no tiene color, no tiene tamaño. El amor no discrimina, y esos dos actores están haciendo un papel magnífico».
Ella sabe de lo que habla, lo ha sentido en carne propia: «Socialmente los padres y los hijos somos criticados muy duramente porque queremos y creemos que nuestros hijos tienen el derecho de amarse, casarse y tener descendencia», expresó vía WhatsApp Sandra, quien es una de las madres guerreras que se ha sumado a la recién creada Asociación Cubana de Personas en Situación de Discapacidad Intelectual (ACPDI). A través de su presidencia nacional, accedimos a las opiniones de muchas de sus integrantes en diferentes provincias de la isla.
Aryamna no ha podido seguir al detalle la telenovela, pero puede notar que «está generando debates en la calle, jamás en una novela cubana se había tocado un tema tan sensible como ese. En el momento de un nacimiento, una madre nunca espera que le den la noticia de que su hijo o hija llega al mundo con una discapacidad, y la primera pregunta que viene a la mente es: ¿qué va a ser de mi hijo el día que yo me muera?
La novela está tocando varias situaciones por las que pasamos los padres de hijos con discapacidad. Es raro ver un matrimonio de dos personas con discapacidad intelectual, en nuestra sociedad eso es tabú y no se ve bien porque no se piensa en que estas personas son especiales, sino deficientes».
Y sí, parece que el audiovisual ha sacado a la luz un prejuicio. Lo corrobora el criterio de Zoraida, una señora de más de 70 años, vecina de otra de las madres incorporadas a ACPDI: «A mí, particularmente, me desagrada que pongan a dos personas con esos problemas a estar besándose y otras cosas. Desde que salió eso, dejé de ver la novela. Me parece que es ridículo y de muy mal gusto. Ellos pueden actuar, pero en otros papeles que no sean esos. No sé mucho de actuación, pero me es chocante; es mi modesto sentir».
Juana Mari, de Matanzas, considera que es bueno que se toque el tema de las parejas en situación de discapacidad intelectual. Su inconformidad va por otro camino: «en los primeros capítulos, el nivel de detalle creo que fue errado, porque pasó a ser la parte cómica de la novela y lo percibí como burla, injusto e irrespetuoso. Ahora están abordando otras cuestiones, no sé en qué parará».
Un criterio similar tiene Nadia Amelia: «Considero que están mostrando risas en un logro, pues es difícil, es un verdadero reto logrado que dos personas con una discapacidad intelectual, sea cual fuere, alcancen ese grado de independencia, se amen, vivan juntos y solos y hasta ella sea empleada y remunerada por su trabajo.
Quizás esto cambie con los capítulos que se avecinan, pero no me gusta la exageración de la comedia y solo con estos personajes, porque al resto les mantienen la carga dramática, y no digo que ellos no sean graciosos, pues ver a alguien diferente nos puede causar risa, pero siempre no. Me disgusta bastante porque sé cuánto esfuerzo, dolor, incomprensiones, alegrías; cuánta valentía tienen que tener las personas diferentes y sus familiares para llegar a donde Pipo y Muñeca. Ojalá todos lo lograran».
Desde Villa Clara, Olga Lidia es contundente: «Considero que está muy bien pensado incluirlos en la telenovela, puesto que para nadie es un secreto que esas personas existen, que conviven con nosotros día a día, y lo más triste es que queremos cerrar los ojos ante esta realidad, haciendo daño a esas personas y a sus familiares, también amigos. Está muy claro en la novela que son capaces de sentir, defenderse y realizar labores, como cualquier ser humano; no todos de la misma manera, pues cada cual vive su propia situación de discapacidad, pero muchos no imaginan hasta dónde puede llegar su conocimiento y sus deseos de aprender».
Para Leydi, una madre granmense, miembro también de ACPDI, «es muy positivo que se incluyan y formen parte de nuestra cotidianidad, como en la realidad; más para nosotros, que sufrimos en carne propia tales historias. No me siento en condiciones de valorar su actuación, ni me interesa estar realizando críticas a los personajes, más bien les agradezco tener la sensibilidad de recrearlos en escena».
Olga Lidia nos habla también desde su propia vivencia: «En las escuelas, muchas veces, les enseñan por una metodología determinada. ¿Vencieron? Pues ¡hasta ahí! No, sigan intentando. La perseverancia hace milagros. Eso sí, con amor; así rompen muros, no lo dude nadie. Yo tengo la experiencia de mi hijo, que en una escuela especial, una maestra se propuso seguir intentando y logró resultados que tal vez ya otros se daban por vencidos. ¡Respeten a esos personajes! Pero, sobre todo, respétense como personas al no excluir a las personas con discapacidad. Es un reto ante la sociedad».
Un reto que por estos días nos sacude a través del espacio más popular de la Televisión Cubana. Sobre derechos de las personas en situación de discapacidad continuaremos hablando, y no desde las leyes o la ciencia, sino escuchando a quienes lidian con historias similares a la de Pipo y Muñeca, en la vida real.
Tomado de Cubasí