Sobre la liberación de Guantánamo

Concentración popular junto al Ejército Rebelde tras el triunfo de las armas verde olivo.Con la toma de Caimanera, el 19 de diciembre de 1958, la fuerte guarnición del ejército de Batista en la ciudad de Guantánamo quedó cercada. El “corredor polaco”, como los rebeldes nombraban a la carretera Guantánamo-Santiago de Cuba, había sido bloqueado días antes por los combatientes de la Columna 20 Gustavo Fraga. En la ciudad quedaba incomunicada y asediada una fuerza de más de un millar de militares del régimen. El día 27 los guerrilleros de la Columna 18, del comandante Félix Pena, liberaron Baracoa.

El 31 de diciembre Raúl Castro, después de entrevistarse en las proximidades de Palma Soriano con el Comandante en Jefe Fidel Castro y cumpliendo órdenes del jefe de la Revolución, se dirigió, junto a Vilma Espín, al central Ermita con el propósito de asumir personalmente el mando de las fuerzas que atacarían Guantánamo.

A las 8 de la mañana del primero de enero de 1959, el comandante Raúl Castro le dirigió la palabra a los combatientes de la Columna 6, reunidos en el cine de Ermita, donde les explicó la importancia del momento, ante las maniobras políticas de la reacción interna y de la embajada yanqui tras la huida del tirano Batista, y la necesidad de permanecer alertas y unidos para que las fuerzas revolucionarias no se dejaran arrebatar la victoria.

El ruido de un avión que sobrevoló la zona provocó la salida de los combatientes del local. Minutos después se presentaba el piloto Silva Tablada, portador de un mensaje de Fidel para Raúl donde se confirmaba la fuga del tirano. Raúl ordenó entonces al comandante Efigenio Ameijeiras que partiera hacia Guantánamo y tomara esa ciudad, constituida como capital del Segundo Frente.

Ya en la proximidad de la zona, Amejeiras, segundo jefe del frente guerrillero, estableció su puesto de mando a un costado del terraplén que comunicaba el central Soledad con la ciudad, aproximadamente a dos kilómetros de las posiciones enemigas.

Informado de que algunos oficiales habían hecho contacto con las avanzadas rebeldes, el experimentado combatiente decidió el envío de un mensaje al coronel Arcadio Casillas Lumpuy, jefe de operaciones del régimen en la región militar Guantánamo; con tal propósito comisionó al joven rebelde Enrique Faure Fuentes, portador del correo donde solicitaba una entrevista al criminal cabecilla castrense.

El breve contacto se realizó debajo de un algarrobo, en el área que hoy ocupa el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas José Maceo, donde el comandante Ameijeiras exigió a Casillas la rendición incondicional de la plaza, a lo que este se negó, acordándose romper nuevamente las hostilidades.

La posición del jefe enemigo complicaba la situación, pues Casillas contaba con un regimiento de infantería de operaciones apoyado por unidades blindadas y artillería de campaña, además de los efectivos de la marina, la policía y los paramilitares masferreristas que se encontraban en la ciudad.

Sin embargo, la posición que adopta una parte de la oficialidad no coincidía con Casillas, incluyendo al comandante Franco Lliteras, jefe del escuadrón 16 y el capitán Vila Otero, que se inclinaban a la capitulación. Sin duda la desmoralización reinaba entre los uniformados. En horas de la media noche de ese día, tres tripulaciones de tanquetas se entregaron con sus equipos de combate a las avanzadas guerrilleras, y los combatientes de la Columna 6 Juan M. Ameijeiras penetraron en la urbe, por el terraplén de Soledad, en la madrugada del 2 de enero.

Ameijeiras y el comandante Samuel González Rodiles Planas entraron al Instituto de Segunda Enseñanza, bastión principal del régimen, para dirigirse después al aeropuerto, en el reparto Santa María, donde desarmaron a los efectivos de la Compañía K y ocuparon la terminal aérea.

Casi de manera simultánea los efectivos de la Columna 20 Gustavo Fraga, del comandante Demetrio Montseny Villa, entraban a Guantánamo por la carretera de Caimanera y ocupaban la Estación de Policía, que el capitán Basto entregó, así como el Vivac Municipal. Por su parte, los barbudos de los comandantes Félix Pena y Manuel Fajardo, de la Columna 18 Antonio López, después de ocupar la avanzada en el reparto Dabul, penetraban por el puente de San Justo y ocupaban otras posiciones del ejército.

A las 9:00 am una unidad, dirigida por Casillas Palenzuela, El Abuelo, se hacía cargo del cuartel de la Marina, en la parte norte de la población. Solo faltaba por tomar un bastión del régimen: el cuartel Silverio del Prado, sede del Escuadrón 16, donde se había refugiado el Coronel Casillas Lumpuy.

Teniendo en cuenta la gravedad de la situación ante la negativa del jefe enemigo de aceptar la rendición, y la necesidad de evitar derramamiento de sangre, se ordenó por Ameijeiras el avance de las tres columnas rebeldes por diferentes calles hacia el enclave, las que arribaron al mismo casi de manera simultánea.

Al aproximarse los barbudos al cuartel, acompañados de un mar de pueblo, se percataron de que los militares ocupaban sus puestos de combate y varios soldados, en la parte superior del cuartel, les apuntaban con las ametralladoras de trípode. El comandante Ameijeiras relata de esta manera esos difíciles momentos:

Pensé: si suena un tiro, aunque sea escapado, me parece que nos barren a todos. Están en una posición ventajosa. ¿Qué hacer? ¿Serán capaces de tirar? De vera que no tenían buenas caras. Los rebeldes en la puerta, solo esperaban que de mis labios saliera la orden. Ya iba a gritar, convencido de mi deber y también curioso por saber cómo se iba a romper el hechizo de aquella torturante incertidumbre… De pronto, la calle comenzó a llenarse de gente y pensé que el tiempo era mi aliado… Volví a mirar al de la ametralladora 30 y sin quitarle los ojos de encima le dije a mi artillero: apúntale con la 50.

El momento de tensión se alivió cuando Ameijeiras vio a Casillas Lumpuy al pie de la tanqueta donde él se encontraba. Con los ojos inyectado en sangre el coronel le gritó: “Oiga, ¿usted sabe lo que va a hacer?…” A lo que contestó el jefe de la Columna 6: “¿Qué usted hace aquí? Vaya para la Unión Club. Yo sé lo que tengo que hacer”, y ordenó la entrada a la instalación militar de los rebeldes, que desarmaron a los cerca de doscientos uniformados que ocupaban el recinto.

Ya para esa hora de la mañana el pueblo de Guantánamo se encontraba en las calles principales festejando la victoria con los guerrilleros. La alegría invadía los corazones de la sufrida población del Alto Oriente y de los combatientes del Ejército Rebelde y el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, estos últimos dirigidos por el dominicano Andrés Peguero, Dominico, que se habían mantenido en la retaguardia enemiga garantizando la labor clandestina, que incluyó valiosos suministros enviados a los campamentos rebeldes. Después, serían detenidos y encarcelados los criminales de guerra del régimen.

La jornada del 2 de enero de 1959 debió ser en extremo dolorosa para los padres, esposas, novias y hermanos de los mártires caídos en cumplimiento del deber, jóvenes en su mayoría, como Iván Rodríguez, Omar Ranedo, Favio Rosell, Asdrúbal López, Manuel S. Tames, Lorenzo Boicet… o prestigiosos veteranos como Gustavo Fraga.

Los combatientes, acostumbrado a las adversidades climáticas, el hambre, la soledad relativa de los campos, la lejanía de la familia y el hogar, no se acostumbraban ese día luminoso a la idea de encontrarse en la capital del Segundo Frente Frank País. Solo la cálida presencia de los familiares y del pueblo, así como del parque o las calles que les traían inolvidables recuerdos, los despertaron de las alucinaciones serranas.

La historia tiene sus ensueños caprichosos: exactamente a los 5 años, 5 meses y 5 días desde que Fidel y la Generación del Centenario asaltaran la fortaleza del Moncada, triunfó la Revolución Cubana. Guantánamo y su semillero de héroes, al decir de José Martí, habían cumplido nuevamente la misión histórica de la Patria. La cuna de Periquito Pérez, Regino Boti e Iván Rodríguez se consolidaba como baluarte cubano de la cultura de la resistencia.

 

Fuentes:
– Ameijeiras Delgado, Efigenio: Más allá de nosotros. Columna No. 6 Juan M. Ameijeiras. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1984.
– En la línea de fuego. Columna No. 20 Gustavo Fraga. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1992.
– Testimonio de Enrique Faure Fuentes, combatiente de la Columna No. 6

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