Si quiere saber de la calidad de la pelota en Cuba, pregúntele a la MLB

He escuchado y leído, reiteradamente, que Cuba no permitiría un equipo nacional integrado por peloteros que se desempeñan en otras lides (profesionales) y los que actúan en las series nacionales.

Sin embargo, no conozco declaración de directivo alguno de la pelota cubana que haya dicho algo así; tampoco que exista un sentimiento en el país que desconozca las faenas, muchas de ellas extraordinarias, y algunas excepcionales, en cualquier certamen del planeta, incluyendo a la encumbrada MLB estadounidense, de los jugadores de la Mayor de las Antillas.

Es cierto que no ha existido una convocatoria para una selección con esa característica. Sin embargo, ¿qué pasaría de demandarse? No hay entrevista a los cubanos que brillan en las Grandes Ligas, que no le pregunten: «¿Te gustaría representar a tu país en un evento internacional?». La gran mayoría, para no ser absoluto, responde afirmativamente. Incluso, no pocos lo harían por primera vez, de hacer el grado en un proceso de entrenamiento.

Pero, ¿podría cristalizar esa aspiración, cuando todos, desde febrero de 2015, están sujetos a un acta de residencia fuera de Cuba, que es una declaración jurada, en la cual se lee, no regresaré a Cuba, no tengo relación con el Gobierno cubano, y el ridículo acápite de que no tiene nada que ver con el Partido Comunista de Cuba?

¿Sería posible, cuando el principal acercamiento, después de grandes esfuerzos por las dos partes, el acuerdo mutuamente ventajoso entre la MLB y Cuba fue abortado por la aberración anticubana del actual Presidente de Estados Unidos y personeros que lo rodean, que han vivido toda la vida llenándose los bolsillos a costa del diferendo entre las dos naciones?

Muchos aficionados quisieran ver a esas estrellas vestir el uniforme de las cuatro letras, pero si es un deseo de los de acá, es también la principal razón para la oposición allá a tal anhelo.

Lo que sí está claro es la calidad de nuestro deporte nacional, probada en la mismísima MLB, donde más de 25 jugadores abonados por las series cubanas, son protagonistas.

Hoy el cienfueguero José Dariel Abreu, el Pito que vitoreamos en nuestras gradas, es noticia. Hasta el pasado viernes era el líder en impulsadas, con 30 (ya lo fue en 2019); segundo en jonrones (12); sexto en ops (1 029), tercero slugging (667) y quinto en jits (41), con average de 318.

El gigante del número 79, desde que puso un pie en ese circuito promedia más de 30 jonrones por temporada y cien empujadas por cada una. En Cuba, en diez campañas, pegó 184, a más de 18 por edición, en calendarios mucho más cortos (162 partidos por 90) y remolcó 593, a 60 por lid. Lo que bien aprendió no lo olvidó y lo multiplicó.

Copan la atención el avileño Luis Robert (31 jit en 30 encuentros, con siete dobles y ocho cuadrangulares); Yulieski Gurriel (34 en 30 salidas, nueve tubeyes, un triple y cinco vuelacercas); Yandy Díaz (31 en igual cantidad de desafíos, tres dobletes y dos bambinazos), por solo citar algunos de los más sobresalientes hasta el viernes último.

Muchos de ellos, como el lanzador guantanamero Ronney Elias, campeón con los Nacionales de Washington, en 2019, han hablado de las virtudes que le curtieron sus entrenadores en sus provincias, o como el pinareño Randy Arozarena, quien expresó que las series nacionales le aportaron mucho, mostrándoles su potencial y que, como persona, lo hicieron más fuerte mentalmente, aunque dice que en su tierra solo jugaría con su municipio: Mantua.

Una relación civilizada, de respeto, ayudaría al béisbol, tanto al cubano como al estadounidense, que desde 1993 ha visto como 70 beisbolistas de nuestros campeonatos están en la cima de sus torneos, 30 con el aval de integrantes de la principal escuadra de la nación.

Mas con gobiernos como el de turno en la Casa Blanca, ni la civilización existe y menos lo que convenga a dos. Mientras, estamos a 12 días de iniciar nuestra pelota, esa que sin los millones, nos hace delirar con la entrega de los hombres que por su camiseta y por la afición, ponen el corazón, y la piel en el terreno.

Tomado de Granma

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