Guantánamo.- Tal vez por obra del destino dos hombres nacieron en idéntico día: 14 de junio, y aunque con 83 años de diferencia, ambos se unirían en un mismo ideal, una misma historia de justicia y bravura: Antonio Maceo Grajales y Ernesto Che Guevara.
El Titán de Bronce nació en 1845, en Santiago de Cuba. Su vida, y la de su familia, estuvo ligada a las luchas independentistas contra el dominio español con un sobresaliente historial de bravo soldado, jefe mambí y estratega militar.
Fue protagonista de, considerados por muchos, el hecho más audaz en la historia militar de la nación; la invasión de Oriente a Occidente, con el propósito de extender la guerra a todo el país, aumentar en armas y combatientes al Ejército Libertador y dispersar las fuerzas colonialistas.
Maceo fue también la figura insigne de la Protesta de Baraguá, cuando rechazó enérgicamente el Pacto del Zanjón mediante el cual los españoles proponían a los cubanos una paz sin independencia.
El hombre que sufrió 27 heridas en unas 600 acciones combativas, dejó explícito su espíritu antimperialista cuando expresó que era preferible continuar en la manigua antes de contraer deudas de gratitud con los Estados Unidos. Y así murió, heroicamente en combate, el 7 de diciembre de 1896.
Cinco décadas después, de igual forma en el fragor de una batalla, herido y ahogado por un ataque de asma, un hombre se dispuso a ayudar a su compañero de lucha también lastimado. Nadie lo escuchó siquiera lamentarse por su dolor; era Ernesto Guevara de la Serna.
Nacido en Argentina en 1928, devino en el modelo de revolucionario que aún hoy mueven a jóvenes y movimientos sociales de todo el mundo.
Ejemplar humanista, médico de profesión, el Che conoció a Fidel Castro en México y de inmediato abrazó a la Revolución que se venía gestando en Cuba, como único camino para desafiar al imperialismo.
Y se ganó el derecho a formar parte de los 82 expedicionarios del yate Granma, brilló como guerrillero en la Sierra Maestra donde mereció el primer ascenso a Comandante otorgado por Fidel Castro, quien en 1957 le asigna la jefatura de una columna rebelde.
El asma, enfermedad que le castigaba permanentemente, no le impidió cumplir sus numerosas misiones militares, incluyendo la transmisión de lo que acontecía en las montañas a través de Radio Rebelde.
También reeditó, junto a Camilo Cienfuegos, la invasión de oriente a occidente, mediante la cual, en una de sus decisivas batallas, la de Santa Clara, dio el puntillazo final a la dictadura de Batista, y el triunfo revolucionario.
Establecida la Revolución, ocupó responsabilidades en el Partido Comunista de Cuba y el Gobierno a los que renunciaría después, al partir a su misión liberadora internacionalista en Africa y luego en Bolivia, donde murió asesinado en 1967.
En épocas distintas, Maceo y Che abrazaron los mismos ideales de justicia, humanismo, solidaridad, independentismo y antiimperialismo. Hoy las generaciones a las cuales legaron sus intachables ejemplos, advierten el perenne germinar de dos semillas cuyos frutos se expanden por todo el universo.