Racismo en Cuba: ¿una cosa de antaño?

Guantánamo. – Quienes han dedicado antes unos minutos a leerme –  cosa que agradezco infinitamente – saben que me gusta escribir desde la experiencia y el tema que hoy me ocupa me viene como anillo al dedo. Cada 21 de marzo el mundo conmemora el Día Internacional de la Lucha contra la discriminación racial. La jornada recuerda la matanza de Shaperville, cuando la policía sudafricana abrió fuego contra una manifestación pacífica que protestaba contra el régimen del apartheid.

Lo cierto es que a raíz de la fecha se instaló un debate apasionante a raíz de la pregunta de si en Cuba persiste el racismo o la discriminación racial.

En mis años de universidad, recuerdo con especial cariño a una profesora de filosofía que sostenía como tesis de su programa de doctorado que en nuestro país el racismo es un fenómeno de expresiones socio-culturales. En nuestras charlas nos explicaba que existe un cuerpo legal para garantizar la dignidad del hombre por el hombre, como elemento primero de la Constitución de la República de Cuba y el principio de no discriminación – por ningún motivo – entre ellos incluido el del color de la piel.

Sin embargo, yo me sabía discriminada e incluso auto-discriminada y es que las formas de racismo son en ocasiones tan solapadas que resulta muy difícil identificarlas, aislarlas y reeducar las lesivas actitudes, desde el discurso o el ejemplo.

Desde los refranes y frases coloquiales:

“La situación pinta negra … o cada vez más oscura.”

Los chistes – no siempre cómicos -:

“Si ves a un blanco corriendo es deportista, si es un negro el que corre, atrápalo que es un ladrón.”

Los comentarios sobre adelantar la raza:

“Asegúrate de parirle a un blanquito, para que no peines croquinolis.”

O las advertencias para no atrasarla:

“Yo espero que no estés pensando en ese negro para padre de tus hijos.”

No se trata solo de las palabras sino del sentimiento que expresan y las actitudes que generan: creer que alguien vale menos porque el color de su piel es más oscuro, que se es más atractivo mientras más estirado sea el cabello o más perfilada sea la nariz.

Hasta aquí no se si ha quedado claro, pero en lo que a mi respecta considero que en Cuba existe el racismo, con implicaciones culturales y sociales, sin un respaldo institucionalizado o legal – lo que significa que no existe amparo para que una institución o persona discrimine a nadie por el color de su piel, lo que no implica, per se, que no persistan actitudes, expresiones o criterios discriminatorios relacionados con el color de la piel o los rasgos fisionómicos de una raza.

Nuevamente, en mi criterio personal, apuesto por la raza humana, esa que nació en África y de la que descendemos los habitantes del planeta tierra sin importar de qué color aparente ser nuestra dermis, pues científicamente se ha demostrado que es verde.

Reconocido lo anterior, no existen recetas para cada una de las situaciones que puedas protagonizar o atestiguar, pero es fundamental conocer:

  1. Las actitudes y planteamiento racistas pueden y deben ser denunciados.
  2. Educa a tu familia – ascendente y descendente – y a tu círculo de amigos en la importancia de valorar y respetar a todas las personas independientemente del color de la piel o de sus rasgos faciales.
  3. Desecha cualquier pensamiento de segregación o discriminación racial – contra ti mismo o los que te rodean.

Con esto no ganaremos la guerra, pero si una batalla a la vez en la lucha por que cada vez seamos más los que nos opongamos a la discriminación racial – directa o inversa -.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *