¿Qué piezas Trump y sus asesores han movido en el tablero internacional?

El empresario Donald Trump, devenido presidente por el voto minoritario del pueblo estadounidense –obtuvo menos votos populares que su rival Hilary Clinton en unas elecciones con alto nivel de abstencionismo–, se encuentra en una verdadera encrucijada, una de las tantas del laberinto en que se ha metido su administración.

Pocas cosas le salen bien al mandatario, uno de sus sueños más preciados, las negociaciones sobre la desnuclearización de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), sueño que le hizo acariciar los laureles de la gloria, le fue arrebatado. El «acuerdo del siglo» se fue a bolina, entre otras cosas, por la mala voluntad y la torpeza del secretario de Estado, Mike Pompeo, y del asesor de Seguridad Nacional, John Bolton. Las últimas declaraciones de Bolton sobre el tema fueron tachadas de «tonterías» por el viceministro de Relaciones Exteriores de la RPDC, Choe Son Hui.

Ambos políticos parece que compiten a ver quién elabora la mayor falacia y sobre todo quién la dice primero. Se contradicen, se equivocan, lo que fue calificado por el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, durante conferencia de prensa en la sede de la Cancillería cubana, como muestra de «premura e improvisación».

El pasado 17 de abril, Bolton aseguró, ante los restos innobles de la Brigada Mercenaria 2506 en Miami, «juntos podemos terminar lo que comenzó en esas playas». Mueve a risa tamaño dislate. En las arenas de Playa Girón quedaron enterradas la soberbia, la prepotencia, el orgullo vano del Imperio. Lo que comenzó a caer en esa playa fue el poder de Estados Unidos en el continente. ¿Quieren finalizar lo que comenzó?

LA APUESTA AL EFECTO DOMINÓ

Trump no logró vencer a ISIS, ni la prensa orgánica del Imperio consiguió que la gente creyera el cuento de la victoria. Afganistán sigue siendo un problema del que no ha podido salir, Iraq se le enreda por días, Irán resiste sanciones y amenazas, para rematar los continuos errores en el tema coreano, favorecen que Rusia, en un diestro golpe político, gane el protagonismo a su par yanqui y tome una iniciativa que puede convertirse en un verdadero «acuerdo del siglo».

El golpe de Estado en Venezuela era el «plan salvador». El ambicioso senador Marco Rubio, furibundo enemigo del pueblo cubano, al parecer le «vendió» la idea a Trump de que podría matar varios pájaros de un tiro: «Si cae Venezuela cae Cuba, luego Nicaragua». El efecto dominó se pondría en marcha y Donald pasaría a la historia como el presidente que logró lo «impensable».

Pero ya sabemos cómo terminó el golpe orquestado por los adalides yanquis. Otro sueño se les esfumó.

TENEMOS QUE «VENCER COMO SEA»

Vencer como sea, para eso «todas las cartas están sobre la mesa». El derrocamiento de Nicolás Maduro sería una «gran victoria política», su principal logro. Para el círculo ultraconservador que rodea a Trump, es la gran oportunidad histórica de lograr lo que tantos presidentes no lograron y además obtener la anhelada reelección.

La cuadrilla trumpista elabora plan tras plan, se devana los sesos –no sabemos si esa élite fue escogida o se la impusieron, quizá tienen alguna carta bajo la manga, una prueba de alguna de las «travesuras» de Donald–. No pueden perder en Venezuela, se dicen, pero la posibilidad real del fracaso ronda la mente del jefe y sus más cercanos colaboradores.

Para impedir su total derrota, estrechan el cerco, hacen lo que nadie se imaginó, rompen toda ética, toda regla, están dispuestos a llegar hasta el fin, hasta desatar una guerra de proporciones imposibles de calcular. Actúan con insania, libres de toda lógica.

La ofensiva económica contra Cuba y Venezuela no tiene parangón, es una agresión de proporciones apocalípticas, infame en toda su dimensión y sentido. Esperan que el hambre, la enfermedad y la penuria causen de-sesperación en la gente y el pueblo venezolano se levante contra sí mismo, y, a pesar de las lecciones de la historia, esperan que suceda en Cuba.

«Economía cero» en Venezuela es el plan de las mentes calenturientas de Rubio, Pence, Bolton, Pompeo y compañía, quienes esperan hacer colapsar la economía y que se desate el caos, luego, según sus cálculos, caerá el Gobierno cubano, la Isla no aguantará tamaño embate y limpiarán entonces todo lo que se encuentre al alcance de sus cañones.

EL LABERINTO SE BIFURCA MÁS Y MÁS

Trump está en una encrucijada. Como buen empresario debería saber que su mejor jugada es retroceder a tiempo, que los mejores negocios son de «ganar-ganar», pero cegado por la arrogancia y los «malos consejos» se empecina en entrar cada vez más dentro del laberinto, adelantar el fin, jugada tras jugada, aumentar la apuesta sin salida. Nunca podrá escapar de su propia partida.

No puede ganar, en último caso, solo el polvo anegado en sangre de dos pueblos que no se van a poner de rodillas, gente pacífica cuando se trata de trabajar y vivir en paz, guerrera cuando se trata de defender el honor y la libertad.

El presidente de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Diosdado Cabello, ha dicho que «el imperialismo profundiza su fase de desespero» contra el país. El desespero los hace peligrosos, se puede esperar cualquier cosa de la camarilla incapaz que rodea al presidente Trump.

No hay nada más allá del laberinto, solo tierra desolada y la vergüenza histórica de los que sueñan con robarle la libertad a otros. Si persisten por ese camino, les esperan la humillación y la derrota.

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