Guantánamo. – A inicios de la década del 2000 comenzó a circular por toda Cuba un conjunto de materiales audiovisuales que constituían la llamada “Internet” sin cables. Se trataba de los últimos filmes, shows, aplicaciones, softwares, documentales y programas informativos que llegaban de memoria en memoria a los hogares vecinos de todo el que estuviera dispuesto a pagar su coste o de otros bienaventurados que lo recibían por la generosidad de terceros.
Su composición era sobre todo de productos de factura mexicana o estadounidense, en sus inicios, pero ha ido diversificándose con productos audiovisuales de otras regiones del mundo
“¿Viste el último Caso Cerrado que salió?” “¿Por qué capítulo de El Capo vas ya?” “Voy a copiar con el de la esquina, que ese sí que tiene de todo”. Fuera del contexto cubano, esas frases pueden resultar extrañas e incomprensibles, pero se trata de un fenómeno de la cotidianidad de muchas familias urbanas y rurales incluso. A estas alturas ya deben saber que me refiero al “Paquete”.
Mucho es lo que se ha dicho de sus perjuicios; pocos, creo yo, han visto sus beneficios, que los tiene… pero más que hablar de este fenómeno, que para nada ha pasado de moda, incluso luego de las versiones criollas como La Mochila, el Pa´ que te eduques, del Ministerio de Educación, entre otras opciones, quisiera reflexionar sobre la importancia de saber elegir aquello que consumimos en nuestros hogares, lo que permitimos que nuestros niños y adolescentes escuchen y vean, sin importar de donde provenga, pero si prestando especial atención al contenido y a la forma.
En numerosas conversaciones con amigos al respecto del fenómeno de “El Paquete” expuse el criterio que hasta hoy mantengo y que pretendo compartir con ustedes: en ese conglomerado programas, videos y documentos que pasó de 100 GB a lo que actualmente alcanza 1 o 2 Teras de información, en dependencia del precio, hay cosas muy útiles y hay otras cuyo contenido se dirige solo a la banalidad.
Como mismo seleccionamos aquello que compramos para degustar en nuestras cocinas, debemos escoger lo que tribute a nuestro conocimiento y al de quienes nos circundan. Hay que armarse de herramientas, diversificar el uso que realizamos de nuestro tiempo y tomar en consideración que todo aquello que incluimos en nuestras vidas pasa a formar parte de la cotidianidad.
Solo pongo un ejemplo: María, madre de 2 pequeños, trabaja una larga jornada y ansía llegar a casa, para luego de sus obligaciones retomar el último capítulo de Pablo Escobar, una recreación “heroica” y distorsionada de la vida de uno de los mayores criminales en la historia del narcotráfico.
¿Es esa la realidad que queremos reproducir, son esos los valores y ejemplos que queremos darle a nuestros pequeños? Si nos divertimos con las ridículas y escandalizantes situaciones expuestas en el tribunal de la Doctora Polo ¿no estamos asumiendo, solapadamente, que está bien dirimir nuestras diferencias en público, sin comunicación e irrespetando los valores tradicionales de la familia cubana?
En lo que se refiere a las series, cortometrajes y películas que se emiten en nuestra televisora también hay que saber escoger, incluso cuando hay cientos de personas que se dedican a hacerlo por nosotros, en lo que se refiere tanto a productos foráneos como extranjeros.
Incrementar nuestro conocimiento, observar el mensaje final de cada obra, analizar que marca puede dejar en la audiencia… puede sonar difícil, pero rendirá sus frutos.
Colectivo de autores, editores y gestores de contenido del multimedio Solvisión.