Mis diez razones para votar SÍ

Guantánamo.- Desde que inició el proceso de elaboración y consulta del proyecto del Código de las familias, han sido disímiles las publicaciones que aparecen en las redes sociales. Cubanos de aquí y de allá que comparten desde sus propias vivencias, su criterio al respecto.

Es esta una interpretación muy personal y transparente de una colega, Yeilén Delgado Calvo, jefa de corresponsales en el periódico Granma, una mujer cubana de hoy, madre, trabajadora y escritora, quien explica las diez razones por las que este domingo, ejercerá su derecho al voto.

Mi familia no es nuclear, no es clásica. Conduzco una familia monoparental que, sin embargo, es exitosa y feliz; y el nuevo Código de las Familias la reconoce tan valedera como cualquier otra de las que existen y ampara.

Comparto con el padre de mi hija y de mi hijo su guarda y cuidado; una manera de afrontar la crianza tras la separación que no es usual en Cuba ni es la opción preferente que establece la ley. Con este Código, la custodia compartida pasaría a ser una posibilidad más que puede pactarse; una que nos funciona, que hace a nuestros hijos muy felices.

Esta ley reconoce el parentesco por afinidad, y así Amalia y Abel podrán entender mejor por qué tienen dos abuelos paternos, y no solo uno, y que ambos gozan de los mismos deberes y derechos. Y porque crecerán sin los estigmas de la madrastra mala y el padrastro distante.

El matrimonio dejará de ser un privilegio de los heterosexuales, y esas parejas que conozco y admiro y que han decidido construir una vida en común podrán tener las ventajas legales que derivan de ese estatus; y también disfrutar de todo lo simbólico que implica.

Esas amigas mías que veo batallar a diario a través de la infertilidad, podrán tener a la mano una opción tan valiosa como que su bebé sea gestado en el vientre de alguien cercano, o que les sea mucho más fácil adoptar.

Términos como «responsabilidad parental» y «autonomía progresiva» tienen más que ver con la forma de crianza que he adoptado por voluntad propia, que el obsoleto «patria potestad»; me parece esencial que un cuerpo legal nos recuerde que debemos escuchar a la niñez, respetarla, y ejercer la autoridad desde una posición ajena a la violencia, afín al diálogo, transida por el amor siempre; y que es imprescindible adecuar la vida familiar y las rutinas a las capacidades y habilidades que nuestras hijas e hijos vayan adquiriendo.

Quiero que, llegado el momento, tanto mis padres como yo tengamos una vejez digna, que podamos escoger dónde vivir, con quién y cómo, que nadie nos pueda privar de nuestros bienes mediante el engaño, que haya obligación de darnos alimento y sostén.

He visto con mis propios ojos lo duras y solitarias que son las labores de cuidado, y coincido en que hacen falta redes de apoyo más sólidas a nivel familiar y social, que el cuidador o la cuidadora sean tan atendidos como la persona a cuidar.

Deseo que mis peques crezcan en un país donde no se naturalice la violencia machista dentro de la pareja, donde no se considere como inferiores a las personas con alguna discapacidad, donde asumir la verdadera orientación sexual o identidad de género no implique renunciar a derecho alguno, donde la diversidad familiar sea descrita, reconocida y aceptada. Y aunque una ley por sí sola no lo logrará, indiscutiblemente contribuirá al cambio.

Después de leer el Código en varias ocasiones, y sentir retratada muchas veces la que es o podría ser mi realidad, no he encontrado ni una sola línea que lacere mi dignidad, que vulnere mis derechos, los de mi prole o mi familia.

Y fuera de programa: porque el triunfo del «Sí» me haría sentir muy orgullosa de mi Patria, y muy felices a muchas personas.

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