Máximo Gómez: el hombre que nos enseñó a pelear

Guantánamo.- Solo conociendo de su entereza, alto sentido del deber y su compromiso con Cuba, es que cuando se dedicaba a organizar la Guerra Necesaria el Héroe Nacional cubano José Martí le escribe para proponerle que acepte la jefatura del Ejército Libertador.

En la carta Martí le expresa con la honestidad de los buenos: “El Partido Revolucionario Cubano viene hoy a rogar a usted que, repitiendo su sacrificio, ayude a la Revolución, como encargado supremo del ramo de la guerra, a organizar, dentro y fuera de la Isla, el Ejército Libertador (…) Yo le ofrezco a usted, sin temor de negativa, este nuevo trabajo hoy que no tengo más remuneración que brindarle el placer de su sacrificio y la ingratitud probable de los hombres…”.

La respuesta es escueta y contundente: “Desde ahora puede usted contar con mis servicios”.

El destinatario de la misiva de Martí no es más que Máximo Gómez Báez, nacido dominicano y convertido en héroe de Cuba por los servicios extraordinarios que brindó en la lucha por la libertad de su segunda patria.

Sin duda alguna, el Generalísimo está indivisiblemente asociado con las guerras del pueblo cubano por su independencia en la segunda mitad del siglo XIX.

La referencia histórica es que Gómez nació el 18 de noviembre de 1836, en el pueblecito ribereño de Baní, en la República Dominicana, “tierra de los hombres honrados y de las mujeres bonitas y juiciosas”, como aseguró.

Lo cierto es que en sus notas autobiográficas de 1894, confiesa que no pudo precisar la fecha en que vino al mundo, “pues por más que busqué personalmente la partida de bautismo en los libros de Parroquia, no puede dar con ella”.

Con apenas 19 años de edad, el futuro gran estratega se incorporó a las milicias dominicanas para defender a la joven república de los ataques de las tropas invasoras haitianas de Faustine Soulouque.

Entre 1855 y 1865, la vida de Gómez sufre una acelerada transformación. El retorno al poder del general Pedro Santana, victorioso frente a los seguidores del caudillo sureño Buenaventura Báez  la anexión del país a España y el triunfo de la Revolución Restauradora, obligaron al entonces Secretario de la Tenencia de Gobierno de Baní a salir hacia Cuba en compañía de su madre y sus dos hermanas.

El tiempo transcurrido entre su llegada a Santiago de Cuba a bordo del vapor Pizarro, en julio de 1865, hasta el estallido de la Guerra de los 10 años, en octubre de 1868, forjaron la personalidad y el destino político del joven Gómez.

Su incorporación a la lucha contra España es el 14 de octubre de 1868, en el caserío de El Dátil, en la jurisdicción de Bayamo, reclutado por el poeta, periodista y revolucionario José Joaquín Palma, hombre cercano a Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria. Gómez es ascendido a sargento. Unos días después el propio Céspedes lo asciendió a mayor general.

Muy pronto brotó la genialidad militar del dominicano. Fue “el primero en comprender el método de guerra que debíamos emplear “, como afirmó el joven oficial Manuel Piedra Martel. El 4 de noviembre de 1868, en Tienda del Pino, dio la primera y victoriosa carga al machete de las gestas cubanas por la emancipación del yugo español. 

Cuenta la historia que el 20 de octubre de ese año las fuerzas mambisas tomaron Bayamo. Cuatro días después una columna española al mando del coronel Demetrio Quirós llegó a Baire con la misión de retomar la plaza recién ocupada por los cubanos.

Ante la situación Céspedes ordenó al general Donato Mármol que se posicionara en Jiguaní para cortarle el paso al enemigo. A su vez, Mármol dio orden a Gómez de que tomara 200 hombres y hostigara a la columna española durante su avance.

Pero Quirós permaneció en Baire. Solo el 4 de noviembre se decidió atacar Bayamo. Nublado por la arrogancia, el coronel hispano ordenó a dos compañías, unos doscientos hombres, marchar a la vanguardia sin dotarlos de exploradores, ni flanqueadores.

Con  unos 30 o 40 hombres de infantería, Gómez desde la madrugada preparó la emboscada en Tienda del Pino. Siguiendo su experiencia en Dominicana, el jefe mambí decidió ejecutar la acción mediante una combinación de armas de fuego y un asalto sorpresivo con machete.

Casi era mediodía cuando las dos compañías colonialistas estuvieron dentro de la trampa insurrecta. Después de unos disparos, Gómez y sus soldados cargaron al machete desde ambos lados del camino. Sorprendidas y aterradas, las compañías de Quirós fueron aniquiladas en poco tiempo. Los pocos sobrevivientes se retiraron hacia Baire.

Ese día la sencilla herramienta de trabajo se convirtió en el arma liberadora que usada por la caballería mambisa se hizo la más temida por los soldados de la metrópoli en las tres guerras por la independencia de Cuba.

Desde entonces la figura de Máximo Gómez Báez emergió como la del extraordinario estratega militar que asombró no solo a los generales españoles, sino también a los conocedores del arte de la guerra en otras partes del mundo. Igualmente como el libertador de un pueblo de un pueblo víctima de infamia del coloniaje y la esclavitud.

Gómez fue el maestro de magníficos combatientes cubanos. Fue el maestro de Antonio Maceo, y Maceo fue el más brillante alumno de Gómez.

Hoy se conmemora el aniversario 181 del natalicio del Generalísimo. Fidel Castro, nacido 90 años después, reconoció en él no solo el símbolo imperecedero de la hermandad entre los pueblos de Cuba y República Dominicana, sino además el hijo de Quisqueya que “supo convertirse en hijo insigne y entrañable del pueblo cubano por derecho ganado en su lucha por la independencia de Cuba, a la que aportó su brazo y su machete, su genio militar y su coraje, un notable talento político y un profundo pensamiento revolucionario”.

 

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