Guantánamo.- Tenía 16 años y ese carácter propio de su edad que le ganaba el aprecio de todos, no vaciló en dar un paso adelante cuando en 1961 Fidel Castro hace un llamado para integrar las Brigadas «Conrado Benítez” y se fue al Escambray como parte de la Campaña de Alfabetización, así era Manuel Ascunce Domenech.
Pero entonces también ese propósito de llevar la luz de la enseñanza a todos los rincones de Cuba, dolía con rabia a los enemigos de la joven Revolución y hasta la
pequeña casita de la finca Palmarito, de los Lantigua ubicada en barrio rural de Río Ay, en Trinidad llegó el odio.
Allí se ganó el amor de la familia que lo acogió como a un hijo más, hasta que el 26 de noviembre de 1961 cuando amparados en la oscuridad, varios miembros de la banda de Julio Emilio Carretero, entre los que se encontraban Pedro González y Braulio Amador Quesada, llegaron hasta el bohío del campesino Pedro Lantigua.
– ¡Pedro, Pedro, abre la puerta, somos tus compañeros!
El campesino receloso no abrió de inmediato y sólo cuando pudo verlos vestidos de milicianos se decidió a hacerlo. Como fieras se abalanzaron sobre él y le arrebataron el fusil, Manolo salió entonces del cuarto y encaró a los bandidos a pesar de los ruegos de Mariana, la esposa de Pedro, quien dijo que era un hijo de ellos.
– ¡Yo soy el maestro!- exclamó.
Los bandidos les torturaron sin piedad y luego los colgaron de un árbol en Limones Cantero…
El crimen fue parte del rosario de actos terroristas promovidas por los bandidos financiados por la CIA; detener a la Revolución, para ello armaron a casi 4 mil bandidos quienes agrupados en unas 299 bandas armadas, llenaron de dolor a muchas familias cubanas.
Sus cadáveres fueron llevados al poblado, donde campesinos y brigadistas les rindieron el tributo emocionado y merecido; más tarde el de Manuel fue trasladado a la Habana.
En el acto de despedida, el entonces presidente Osvaldo Dorticós Torrado, expresó:
«Al asesinar a este adolescente, se ha querido asesinar con él a una nueva generación que encarna el más lúcido y sano presente, y que anuncia para la Patria el más esclarecedor porvenir. Hoy hemos cavado una tumba para el héroe adolescente, pero con actos como este cava día a día, su tumba el imperialismo y el capitalismo…”
El ejemplo del alfabetizador, Manuel Ascunce Domenech, sigue siendo inspiración para los miles de jóvenes que a lo largo de estos años se han agrupado en el Contingente Pedagógico que lleva su nombre y del que surgieron miles de educadores quienes, como él, creen en la obra de la Revolución y están dispuestos a defenderla al precio que sea necesario.