La experiencia médica de Cuba en África subsahariana

La cooperación Sur-Sur ha sido un pilar fundamental de la política exterior del gobierno cubano, basada en los principios de la solidaridad y el internacionalismo.

Desde la década de 1960, Cuba comenzó a apoyar no solo a las fuerzas progresistas de América Latina sino también a los movimientos de liberación nacional del continente africano que consolidaba su camino hacia la descolonización, así como a otros gobiernos y fuerzas políticas progresistas de África Subsahariana: Ghana, Guinea Bissau, Guinea, Mali, Etiopía, Tanzania, Angola, Zimbabwe, Mozambique, Namibia y Sudáfrica. 

Este apoyo cubrió una amplia cantidad de esferas que iban desde el respaldo político-diplomático en los foros internacionales hasta el apoyo concreto en la formación profesional, la transferencia de recursos y hasta el respaldo militar a los movimientos anticolonialistas y antimperialistas que luchaban por lograr o mantener las independencias de sus países.

Entre los principales hitos de la colaboración cubana con África se encuentran: la llegada a Argelia de la primera brigada médica en 1963, el apoyo a la guerrilla nacionalista en Guinea Bissau que luchaba contra el colonialismo portugués, el respaldo al gobierno de Etiopia contra la intervención somalí en su territorio, la legendaria colaboración militar en Angola contra la intervención de las fuerzas del régimen sudafricano del apartheid y su contribución con la independencia de Namibia[1]. Comenzaba así una larga historia de vínculos políticos y de cooperación ininterrumpida hasta la actualidad.

Si bien los principios de la colaboración cubana se han mantenido inalterados con el transcurso del tiempo, se produjeron cambios en cuanto a la cooperación militar de Cuba con países africanos debido al nuevo contexto internacional.

Tras el colapso del Campo Socialista, Cuba experimentó una fuerte crisis económica que se extendió por toda la década de 1990, al tiempo que se arreciaba el bloqueo económico y financiero de Estados Unidos contra la Isla. 

Aun así, Cuba no disminuyó sus niveles de colaboración, sino que amplió su activismo, principalmente con América Latina, África y Medio Oriente[2], a través de la expansión de su colaboración multisectorial en el plano de la salud, la educación y la formación profesional de estudiantes de todas estas nacionalidades, reforzando su compromiso con la cooperación sur-sur.

Desde 1963, unos 131 933 profesionales de la salud, de las más diversas especialidades, han brindado su colaboración en otros países. Teniendo en cuenta solo los datos del 2016, Cuba tenía presencia médica en 61 naciones del mundo para un total de 42 242 colaboradores. Las cifras de la colaboración médica varían de manera anual, según los países y las regiones debido al carácter circular que esta presenta: el personal de salud luego de regresar a Cuba, puede incorporase a una brigada en otra nación.

La cooperación médica cubana: la experiencia africana

Como se ha indicado, la cooperación médica en el exterior se ha venido modificando con el tiempo, y en la actualidad tiene diferentes modalidades y programas:  Programa Integral de Salud (PIS), Programa Integral de Salud con Compensación de Gastos (PISCG), Asistencia Técnica Compensada (ATC), Servicios Médicos Cubanos (SMC), Operación Milagro (OM) y Operación Milagro con Compensación de Gastos (OMCG).

En algunos países existen incluso varios de estos programas al mismo tiempo, en dependencia de la modalidad a la que el país beneficiario se quiera acoger. En la siguiente tabla se reflejan aquellas naciones africanas que tenían, al menos, una de las modalidades. De una manera u otra, ya sea por estos programas o por las becas para estudiar en Cuba, casi todos los países de estas regiones se han beneficiado.

En particular, en el continente africano, debido a sus problemas estructurales y la carencia de servicios médicos, la cooperación cubana en esta esfera ha tenido una excelente acogida por parte de los pueblos y gobiernos africanos. 

Varias han sido las acciones como parte de la prestación de servicios médicos,  que no solo ha sido el envío de médicos y personal de enfermería sino también la transferencia de tecnología para hacer frente a enfermedades prevenibles, la contribución docente en las facultades de medicina en varios de los países de la región y de su formación en Cuba.

Una de las dimensiones de la cooperación cubana en materia de salud ha sido el enfrentamiento a enfermedades transmisibles como la malaria, que constituye la primera causa de muerte en África, por lo que se han fortalecido las iniciativas en aras de reducir su impacto.

Con respecto a la lucha contra la malaria la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO) aceptó aplicar la tecnología, los productos y los especialistas cubanos como muestra de la efectividad en la aplicación del programa antivectorial en Ghana[1] y Angola. Entre los métodos se encuentran la aplicación de productos como el bioplaguicida Bactivec y la Cipermetrina, producidos por el Grupo Empresarial Laboratorio Farmacéutico (Labiofam) que controla, mediante fumigaciones, la propagación del mosquito aedes aegypti. El programa cubano de lucha antivectorial se ha aplicado también en Zambia, Guinea Ecuatorial, Benín, Kenya y Tanzania[2].

En estos renglones ha desempeñado un rol fundamental el Grupo de las Industrias Biotecnológica y Farmacéutica (BioCubaFarma), fundada en diciembre de 2012 y que integra al polo científico del país. Este grupo empresarial es responsable de manufacturar alrededor de 525 tipos de medicamentos diferentes y continúa su labor científica para desarrollar nuevas medicinas y equipos médicos. 

Entre los principales logros de la empresa se encuentran la implementación de una medicina contra la diabetes y para el tratamiento del cáncer. En el caso de la diabetes está la llamada human recombinant erythropoietin o Heberprot-P.[1]

Existen además proyectos para la creación de empresas conjuntas en países como Sudáfrica y Argelia. Otra de sus misiones más importantes es el combate contra enfermedades tales como el Zika, el Chikungunya, el dengue y la fiebre amarilla, todas causadas por el mosquito aedes aegypti.[2] Todas estas experiencias han sido transmitidas a las autoridades sanitarias de diferentes países africanos.

Al igual que en países como Nigeria, Guinea Ecuatorial y Gabón, Cuba colabora con Angola en el programa de lucha contra los vectores que provocan la malaria y el dengue, entre otras enfermedades. En la lucha contra la malaria en Angola se encontraban colaborando 140 especialistas cubanos en 98 de los 164 municipios.

El empeño en el enfrentamiento a la malaria o paludismo en África incluye la construcción de fábricas de biolarvicidas y la realización de acciones de capacitación de personal, formación de agentes comunitarios y charlas educativas sobre saneamiento medioambiental. Este programa tiene más de 8 años de aplicación.

El ministerio de Salud de Angola reconoció que en este país antes morían unas 20 mil personas cada año por causa de la malaria, mientras que para 2013 perecían menos de cinco mil.[3]

El Programa Integral de Salud, no solo está conformado por personal médico sino también por un equipo de técnicos e ingenieros pertenecientes a varias entidades científicas cubanas que trabajan de manera mancomunada.  Por ejemplo, dentro de BioCubaFarma, el Grupo Empresarial Laboratorio Farmacéutico (Labiofam), ha sido el responsable de la transferencia de tecnologías a naciones africanas. Esta compañía labora en proyectos para erradicar la malaria y fomentar la agricultura.

Otro de los programas en materia de salud que se han extendido hacia África ha sido la Operación Milagro. Con esta iniciativa oftalmológica se han asistido a más de 600 mil pacientes con problemas de visión en 30 países de América Latina, El Caribe y de África.

Muestra de ello, fue la inauguración de un centro oftalmológico en Mali, región en la que Cuba también estaba insertada en la lucha contra el VIH-Sida[4]. En el caso de Mali, los problemas de seguridad que afectaron a ese país desde el 2012, a raíz del avance de los grupos terroristas, determinó la retirada de la cooperación médica cubana.

Este fue un ejemplo de cómo estos problemas de seguridad pueden hacer retroceder iniciativas de cooperación de este tipo. Eritrea es otro de los países donde los colaboradores cubanos llevan trabajando por más de ocho años, recibiendo el reconocimiento del Ministerio de Salud y de la Agricultura de ese país africano.

Debido a la debilidad de los sistemas sanitarios en la mayoría de los países africanos se producen constantemente brotes de epidemias que significan un reto para la seguridad humana y tienen serias repercusiones socioeconómicas.

El antecedente más inmediato fue el estallido de ébola en el África Occidental (marzo 2014-2016). Este contexto sanitario marcó otro de los hitos en la colaboración médica de Cuba con África. Liberia fue uno de los países de la subregión en los que estuvo uno de los focos de la epidemia.

En septiembre de 2014 se habían reportado 5 800 casos, de los cuales, Liberia tenía la peor situación, con 1 698 y 871 fallecimientos, seguidos por Sierra Leona (1 216 casos y 476 muertes) y Guinea (con 771 infecciones y 498 decesos).[5] El impacto en la economía también se hizo sentir debido a las restricciones de desplazamiento para las personas, el cierre de las fronteras, la reducción de los servicios y de las actividades agrícolas.

En esta etapa, Cuba tenía 32 brigadas médicas en el continente, con un total de 4 048 colaboradores, de ellos 2 269 médicos. En particular, en Sierra Leona había 23 cooperantes y en Guinea 16. Ante el llamado de la Organización Mundial de la Salud, Cuba decidió fortalecer su presencia médica en estos países, con miembros de la Brigada Henry Reeve.

En esta ocasión fueron enviados 256 especialistas entre doctores y personal de enfermería: 165 especialistas llegaron a Sierra Leona, 53 a Liberia y 38 a Guinea Conakry[1]. Por un período de cinco meses estuvieron trabajando en estos países. Un aspecto esencial a tener en cuenta es que la presencia médica cubana en estas naciones afectadas por el ébola no comenzó con el estallido de la epidemia, sino que ya había médicos cubanos desde antes.

Las acciones de la comunidad internacional, incluida la participación de galenos cubanos, permitió la eliminación de la epidemia: “a principios de 2015, Liberia registraba menos de una decena de casos por semana, pero pasaron cuatro meses hasta que pudo ser declarado el 9 de mayo de 2015 país libre de ébola”.

Según datos del Ministerio de Comercio Exterior de Cuba (MINCEX), en el curso 2017/2018 estudiaban en el país unos 8 246 estudiantes africanos en diferentes carreras universitarias y bajo distintas modalidades: becarios financiados por sus gobiernos o autofinanciados.

El total de estudiantes de diferentes nacionalidades que cursaban carreras de ciencias médicas en Cuba durante el curso 2018-2019 era de 8 478[1] y en el curso 2019-2020 era de 7 726[2].

La inmensa mayoría de estos estudiantes eran de países africanos y latinoamericanos. Si se suman el resto de las carreras universitarias y centros de educación, la cifra de africanos asciende a más de 9 mil (2018).

Cuba ha ayudado también con la creación de facultades de medicina para formar en las propias localidades a los profesionales que se necesiten. Si el año 1963 marcó el inicio de la cooperación médica, en 1975 se estableció, en la ciudad de Aden (Yemen) la primera facultad de medicina en el exterior con profesores cubanos.

Desde entonces, varios países se han sumado a esta modalidad. El 12 de noviembre de 1986 se inauguró, con 30 alumnos, la Escuela de Medicina “Miguel Díaz Argüelles”, en Guinea Bissau, lo que constituyó el inicio de la colaboración docente con ese país. La primera graduación de médicos guineanos, en su propio país, fue el 24 de julio de 1992[3].

Después de 2004 se implementó un nuevo programa de formación conjunto con las brigadas médicas cubanas, donde los estudiantes comenzaban a involucrarse en los problemas sanitarios de sus países en conjunto con los cubanos. Con esta nueva proyección, el número de facultades en el exterior se extendió a 11 países, de los cuales 6 eran africanos: Angola, Eritrea, Gambia, Guinea Bissau, Guinea Ecuatorial y Tanzania.[4]

En el caso de Guinea Bissau, la guerra civil que estalló en ese país en 1988, afectó la colaboración médica. No fue hasta el 2006 que se realizó la reapertura de la Facultad de medicina, en Bissau. Como resultado de la colaboración docente cubana, entre el 2005 y el 2017 se graduaron 445 médicos, 318 en Guinea Bissau y 127 en Cuba.

En el curso 2017-18, la Facultad de Medicina Raúl Días Arguelles, llegó a contar con un total de 34 profesores cubanos y 390 alumnos, del primero al sexto año de la carrera[5]. También en Guinea Ecuatorial las autoridades locales recibieron en Malabo, a 19 nuevos profesores procedentes de Cuba que se sumaban a los que ya se encontraban impartiendo clases en la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial (UNGE), como parte del convenio de cooperación entre ambos gobiernos. Uno de los factores en favor de esta colaboración es el idioma español, lo que facilita la presencia de profesionales cubanos.

Este ha sido un pilar fundamental de la colaboración sur –sur de Cuba en materia de formación profesional, la cual ha seguido consolidándose. En total se han graduado más de 30 mil estudiantes africanos en diversas especialidades, no solo en el sector de la medicina, sino también en ciencias sociales e ingeniería. De ellos, 28 299 pertenecen a la región de África Subsahariana.

Muchos de estos egresados han llegado a ocupar puestos destacados tanto en el gobierno como en instituciones académicas en sus respectivos países. Esta es una importante contribución de Cuba a la formación de personal médico en todas estas naciones.

 

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