En Guantánamo, la desafiante entrega por salvar a niños que sufren la COVID-19

Por: Dairon Martínez Tejeda  

Guantánamo.- Maikel Suárez Ortiz llegó de Baracoa a la ciudad de Guantánamo con el corazón afligido y dos pequeños: Juan Carlos Suárez y Aron Soto Colón, de seis y 12 años, respectivamente, positivos al test rápido de la COVID-19. Como las capacidades para ingresarlos en el municipio estaban agotadas, junto a decenas de menores se les transportó a la urbe del Guaso para su inmediata atención.

«Eran dos ómnibus llenos de niños y padres. Todos preocupados, lejos de casa. En el Hospital Pediátrico Pedro A. Pérez nos recibió un doctor que examinó con admirable quietud y amor a cada infante; luego, como mis hijos son asmáticos nos enviaron al círculo infantil Nené Traviesa, casi al doblar de la esquina, para poder prestarnos auxilio si sucedía cualquier gravedad», rememora Suárez Ortiz.

¡Un círculo infantil, qué locura!, pensaron algunos familiares, cuestionando las verdaderas condiciones que podrían tener dichas instituciones para cuidar a pacientes vulnerables. Si la opción era esa, ¿por qué no usar los mismos centros baracoenses?

Tras solo cinco días de haber entrado al Nené Traviesa, Maikel aprecia la institución como uno más del colectivo. Le llama «casa», «familia» y aunque debe partir, aprovecha la entrevista de Granma para agradecer la idea de convertir círculos y escuelas en sitios de aislamiento, como garantía primordial para la vida ante la pandemia.

METAMORFOSIS ANTI-COVID-19

El círculo infantil Nené Traviesa fue uno de los primeros en la provincia que, por decisión del Gobierno, Salud Pública y Educación, se transformó en centro de ingreso para menores de 18 años sospechosos a la COVID-19.

Según María Victoria Olivares Maturell, directora del lugar, la metamorfosis de la institución comenzó en abril. Entonces 53 eran las obreras de allí, que cuidaban a niños sanos, cuyos padres estaban enfermos o en situaciones difíciles. Debían estar al pendiente de todos, 24 horas, y también mantener la asesoría en el hogar a los educandos que seguían en casa por decisión de sus familias.

«En julio explicaron la nueva concepción, como centro para niños con sospecha de la COVID-19 y comenzamos los cambios. Hubo que modificar los baños, acondicionar los salones, crear locales para la desinfección de los medios usados en la zona roja –explica  Olivares Maturell–. Todo se hizo en pocos días, con la ayuda de empresas como la Cadena del Pan, Cultura Municipal y la comunidad».

En el círculo infantil trabajan 34 personas, la mayoría mujeres, y ahí radica una fortaleza. La higiene, el buen trato, la tranquilidad y el sosiego que se palpa es fruto del trabajo de ellas.

«Somos cuatro mujeres al mando, más cuatro enfermeras, tres especialistas de Medicina General Integral (mgi), una residente del segundo año de esa especialidad y la pediatra. Además, está el ropero, el responsable de fumigar, la estadística… que permanecen el día entero acá. Hemos estado al tope, los cinco salones con las 48 camas llenas, y nadie ha emitido quejas», apunta Aynara Speck Montoya, especialista en Estomatología, responsable del centro por Salud Pública.

«El trabajo es constante, hasta de madrugada llegan pacientes y se les garantiza la comida, el medicamento y los exámenes, al niño y al familiar. De hecho, los adultos reciben tratamiento, y si requieren de un pcr u otro análisis lo hacemos –aclara Speck Montoya–. Por eso hay quienes hasta se niegan a irse de aquí. Hubo un padre que prometió decir que éramos el mejor centro», afirma, y agrega: Nené Traviesa es un reflejo de la sociedad misma. Cuando la situación epidemiológica del municipio de Guantánamo estaba tensa, el círculo también lo estuvo, y si un territorio comenzaba a agravarse, solo había que ir a la institución para entender el peligro.

«Desde lactantes hasta adolescentes y jóvenes llegaban sintomáticos y daban positivo. Era doloroso ver cómo se les caía el mundo a los padres con la noticia. Así nos convertimos en sicólogos, porque había que levantarles el ánimo a personas con familiares en terapia y fallecidos. ¿Qué hacíamos? Charlas y té de albahaca, para darles fuerza por sus hijos», revela la joven doctora.

Más de 400 pequeños han pasado por el círculo infantil, la mayoría lidia bien con la enfermedad, aun siendo hipertensos, diabéticos, con leucemia y hasta con trastorno inmunológico. El secreto es la vigilancia y el diálogo con el enfermo.

La enfermera Melisa Ortiz Rodríguez, hace 14 años, trabaja con niños, y sabe lo complicado que puede ser; que hay que entretenerlos para poder examinarlos y darles el medicamento, convencerlos de cumplir las medidas higiénicas y de distanciamiento. «Por suerte los padres son responsables, y uno trata de incentivar la confianza, entendernos».

Vale aclarar que la institución cumple el rol de salón del Hospital Pediátrico, pero tiene las condiciones para actuar ante eventos adversos: intoxicación, ataque epiléptico o reacciones al Heberón.

La doctora Leyla Marina Rodríguez Córdova, residente de tercer año de Pediatría, a diario pasa visita por las salas de sospechosos y el cubículo de positivos, creado para separar a quienes se confirman y deben ser trasladados a otros locales en transportes contratados para ello.

Asegura que los infantes suelen evolucionar satisfactoriamente, no obstante, por protocolo se les ponen tres dosis de Heberón, que generalmente pueden provocar fiebre, dolor de cabeza, vómitos, dolor abdominal y en las articulaciones, escalofrío y cierto malestar; pero favorece el sistema de defensas del organismo. ¡Está probado!

«Pasan acá unos cinco días, con dieta según sus patologías, pero bien alimentados. Muchos pierden el apetito, ahí les insistimos en que comer es tan importante como medicarse, y con cariño de hermanos logramos que entiendan», asevera Rodríguez Córdova.

DONDE SE QUIERE SE PUEDE

Dice la doctora Iarlis Aranda Rodríguez, especialista de primer grado en mgi, que cuando le indicaron trabajar en el círculo infantil, lo primero que le vino a la mente fue su bebé de cinco años.

«Estuve en otros centros, pero jamás con casos pediátricos. Ellos requieren calma, sensibilidad e ingenio, lo sé por experiencia. Mas soy de las que creen que los padres somos los primeros médicos de nuestros niños, así que confío en que ante cualquier anomalía la familia nos lo hará saber. Así hemos obrado juntos por un mes ya».

Para Iarlis, sobreponerse a estas jornadas extenuantes, llenas de dudas, temores y esperanza, ha sido posible gracias al colectivo que de forma unánime respalda los cuidados hospitalarios.

También hay que reconocer la ayuda extramuros. Mayra Peña Pacheco, subdirectora del círculo, destaca los donativos de la Oficina Nacional de la Administración Tributaria y de vecinos cercanos y lejanos, con productos de aseo, nasobucos, batas… esas ayudas que se multiplican en la provincia, que demuestra el compromiso de los guantanameros con Cuba y el futuro de nuestra gente.

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