La Abuela sin tiempo

Por: Rodny Alcolea Olivares

Guantánamo.- El balance a penas se mueve y el café lo deja en la mesa, su cuerpo está inclinado hacia adelante, la nítida y fija mirada se pierde al infinito, mientras escucha las noticias y una lágrima corre por las arrugas de su rostro hasta desaparecer. La abuela se sabe sin tiempo.

Ella tienen 84 años y tiene una cardiopatia isquémica  y aunque el padecimiento está compensado con los  medicamentos, siente que su corazón no podrá resistir el sufrimiento de tanto tiempo sin ver a su nietecito, que todos los años viajaba con su padre desde Miami, para robarle sonrisas y disfrutar la alegría de, al menos por unos días, ver a toda la familia reunida.

Gozo mutilado por medidas irracionales impuestas desde el Norte, que más que condenar a un gobierno asfixia a las familias, y junto a esto una pandemia que acaba con los pulmones y con el alma y pareciera eternizar los reencuentros.

¿Por qué tantas acciones brutales?, ¿por qué herir y separar más a las familias?, ? Por qué fomentar tanto odio? Se pregunta la abuela, mientras se levanta a echar un vistazo al dulce que un día también hacía para muchos.

¿Será acaso miedo a que mi nieto se contamine con sus primos de aquí, y se pregunte cómo ellos cuando pase la pandemia, volverán a ir y venir solos de la escuela, sin temor a un secuestro o asalto?

Su nieto tiene diez años y aunque la madre es norteamericana, en la casa se habla más español que ingles. El padre siempre le cuenta tanto de Cuba, que al niño muchos lugares le parecen conocidos, por eso desde chiquito viene con papi a visitar a la abuela y sus familiares.

Pero ahora, la separación se acrecienta, y se vuelven lejano el recuerdo de los primos, la familia, y la risa del tío gordo, quien le da  vueltas en el coche tirado por el caballo pinto. Y abuelita? Por qué tanto tiempo sin verla?

El padre está indignado, no entiende por qué seguir con tanto odio visceral; él como muchos otros cubanos en los Estados Unidos intenta tender puentes de amor.

En Cuba la abuela sigue las noticias, ella conoce bien a aquellos que en Miami, con ideas terroristas quedaron detenidos en el tiempo, y ahora vuelven a la carga contra la Revolución Cubana; son los mismos o descendientes de quienes antes fueron latifundista, casatenientes, esbirros y policías de Batista.

La abuela espera que la razón se imponga, la pandemia ceda terreno, y logre volver a abrazar a su nieto. Retira el dulce del fogón,  termina de tomar el café,  y vuelve al balance mientras oprime una foto contra su pecho, porque la abuela se sabe sin tiempo.

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