Entonces llegará, / General de las Cañas, con su sable / hecho de un gran relámpago bruñido; / entonces llegará, /jinete en un caballo de agua y humo, /lenta sonrisa en el saludo lento; /entonces llegará para decir, /Jesús, para decir: /–Mirad, he aquí el azúcar ya sin lágrimas. /Para decir: / –He vuelto, no temáis. /Para decir: /–Fue largo el viaje y áspero el camino. / Creció un árbol con sangre de mi herida. / Canta desde él un pájaro a la vida. / La mañana se anuncia con un trino...
(Fragmento de Elegía a Jesús Menéndez, de Nicolás Guillén)
Fue el líder de los trabajadores azucareros, era joven, ferviente defensor de los derechos de los obreros, comunista y era negro… por eso el gobierno del Partido Auténtico de Ramón Grau San Martín, nunca le perdonó a Jesús Menéndez Larrondo su intransigencia frente a los terratenientes y magnates industriales de la época.
Y fue asesinado por sus ideas, por su militancia ejemplar en las filas de las causas justas, por ese batallar que logró arrancarle a la oligarquía dominante más de 630 millones de dólares en favor de los trabajadores de la industria azucarera.
El 22 de enero de 1948, el tristemente célebre Joaquín Casillas Lumpuy -entonces capitán de la Guardia Rural- subió en Manzanillo al tren en el que viajaba Menéndez con la intención de detenerlo. Debido a su inmunidad como parlamentario, éste rechazó la orden por ilegal y se negó a seguir al militar, dándole la espalda. El esbirro entonces le dispara tres veces, dándole muerte.
El crimen estremeció a toda Cuba y su entierro, en la capital, constituyó una de las más grandes manifestaciones de duelo que recuerda nuestra historia.
A 74 años de su muerte, las ideas sociales y políticas por las que luchó y murió el General de las Cañas, siguen siendo faro para el movimiento obrero cubano; las banderas que enarbolaba entonces se izan firmemente hoy en cada uno de los trabajadores de esta isla quienes, desafiando no pocos obstáculos, impulsan día a día esa inmensa obra que es la Revolución.