Jesús Menéndez: La espalda rota y el disparo

Guantánamo.- “Las cañas iban y venían/ desesperadas, agitando las manos./ Te avisaban la muerte, / la espalda rota y el disparo”/. Así comienzan los versos de la Elegía a Jesús Menéndez, de nuestro poeta nacional Nicolás Guillén, que dedicara a Jesús Menéndez Larrondo, su amigo de causa e ideales.

Era 22 de enero de 1948 y Cuba vivía una situación marcada por la miseria y la explotación. En Manzanillo, aquel hombre esbelto de piel oscura y corazón bravo no pudo esquivar la muerte. El tirano Joaquín Casillas Lumpuy, “capitán del odio”, le arrebató la vida, a sus 36 años de edad. Cuatro disparos retumbaron en el viento y El General de la Cañas cayó asesinado. Cuba se bañaba en sangre.

Jesús Menéndez Larrondo había nacido  el 14 de diciembre de 1911 en una pequeña finca cerca de Encrucijada, hoy provincia de Villa Clara. De su familia, Menéndez heredó la pujanza patriótica que  nunca defraudó. No soportaba la maldad y soñaba con la felicidad de los cubanos. Sus ojos transmitían la fuerza de un joven rebelde y el odio a una tiranía que extendía la miseria sobre el pueblo.  Era el indiscutible líder obrero cubano.

De  origen completamente humilde, jamás perdió la sencillez, ni olvidó sus raíces. Su actividad revolucionaria lo llevó en dos ocasiones tras barrotes de frías celdas, sin embargo,  ni la cárcel ni las torturas encontraron flaqueza en este hombre. Se incorporó a las luchas sindicales con sólo 18 años, en el antiguo central Constancia, y al primer Partido Comunista de Cuba en 1931.

Sin más enseñanza académica que la de los cuatro primeros grados elementales de la escuelita pública,  Jesús Menéndez ascendió desde el central azucarero hasta el Parlamento burgués y los congresos internacionales, para defender los intereses de su clase y de su pueblo, para combatir sin fragilidades a la oligarquía, al imperialismo.

El asesinato de Jesús Menéndez significó una sensible pérdida para el movimiento obrero cubano. Sin embargo,  las ideas ni el ejemplo desaparecen jamás. Jesús Menéndez vive porque  representa a los héroes, a los trabajadores cañeros, de la casa de ingenio y de los bancos de escogida cafetalera. Vive porque su prestigio y su condición de negro y pobre le ganaban el desprecio de quienes gobernaban el país, a la vez que la admiración y el respeto de sus seguidores.

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