Irma no se ensañó con Guantánamo

Guantánamo.- Amenaza. Pasea orondo por las Antillas del Caribe haciendo alarde de su categorización, pocas veces alcanzada y mantenida durante más de tres días por ciclón alguno.

Con la seguridad que le confiere ese dossier, se aproxima al Oriente cubano, después de causar destrozos en varias indefensas ínsulas de la región. Como si comparado con él y sus rachas de 223 kilómetros por hora, el huracán que azotó en octubre último hubiese sido un céfiro.

Mientras se acerca el que anuncian devastador, el viejo Eyder Manuel Matos, bien resguardado en su casa de la calle Frank País, a unas cuatro cuadras del malecón de la ciudad de Baracoa, asegura que lo está esperando, mejor preparado que entonces, incluso más confiado en las medidas que minuto a minuto, en vivo y directamente en las zonas de más peligro, fueron puntualizadas y chequeadas por las autoridades del territorio, encabezadas por los principales dirigentes de la provincia.

Ese es, precisamente, el principal ingrediente de la confianza del pueblo. Porque sabe que no está ni solo ni abandonado a su suerte. Que la suerte es tener una Revolución como la nuestra que lo coloca, en la circunstancia que sea, pero especialmente en las difíciles, justo en el centro de sus más caras ocupaciones.

«Siempre he dicho que el que me amague, tiene que darme, pero en esta circunstancia agradezco que esa fiera con nombre de mujer haya defraudado los temores que en ella depositamos los pobladores de Baracoa y Maisí, fundamentalmente», me dice el anciano. Y sonríe.

Irma, el que pasó por esta región después de Matthew, ciertamente tiró sus arañazos: en el techo y la cerca perimetral de algunas instituciones, en un trozo de línea eléctrica, en el malecón. E hizo crecer los ríos y elevarse el mar con olas de hasta cinco metros, pero se quedó chiquito no solo comparado con Matthew, sino con el despliegue organizativo y de aseguramientos enfocados principalmente para asegurar cero pérdidas de vidas humanas, cero brotes de epidemia, desorden o desesperación.

De manera que, al menos en Guantánamo, en la Baracoa y el Maisí recientemente heridos y aún alzándose del golpe del que sin mucho amago dio duro y profundo, Irma se hizo, literalmente, agua.

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