Historias con ángel:

Guantánamo. – Son las 11.30 de la mañana de un domingo de junio en Guantánamo, Cuba. Camino por el 4 Oeste, atravesando el complejo deportivo aledaño a la Plaza de la Revolución Mariana Grajales, presurosa pensando en el almuerzo aún por hacer, la ropa sin lavar y otros pendientes atrasados en un fin de semana ocupado.

Mi atención se detiene en un pequeño pero pintoresco grupo, que en el campo de voleibol de playa, que no tiene la red mandatoria en estos momentos, hace un juego improvisado de pelota en un dos para dos bastante peculiar. Son tres niños que supongo no pasen los 10 años, enrojecidos por el calor, el sudor y el ejercicio físico y los acompaña un hombre que debe estar sobre los 40 años o tal vez alcance el medio siglo de vida. Los pequeños son ágiles, menudos y energéticos, el otro jugador es más bien bajo y algo arropado en carnes por decir poco.

Me imagino que para él no debe ser sencillo seguirle el ritmo a los niños, entre los que me imagino se encuentren sus hijos o sobrinos, quizá algún vecino cercano, pero son solo especulaciones. Mientras camino pienso en todas las motivaciones de ese guantanamero para hacer lo que hace: dedicar parte de su domingo – día de asueto y labores hogareñas – para entretener a los peques. La idea me enternece el corazón y me detengo ha hacerles una foto justo en el momento del descanso entre innings me imagino.

A las 11.30 am de este domingo en especial hace un sol de justicia y una sensación térmica correspondiente. En las áreas deportivas del Complejo Plaza no hay un alma más. Sigo mi camino ha casa, a los fogones y calderos, ante el apagón – amenaza latente aunque me gustaría pensar que improbable – hacia la ropa sin lavar mientras el hombre levanta el bate y se dispone a recibir el lanzamiento del pitcher de turno.

Me viene a la mente esa canción de La original de Manzanillo, cuando afirmaba que todos tenemos un poquito de muchachos y creo que deberíamos multiplicar a ese padre, tío, hermano o vecino que prioriza la recreación sana de los niños de su vida, practicando además el deporte nacional – mérito extra – haciendo de este tiempo una memoria preciosa, valiosa y necesaria para sus pequeños. Gracias a ese guantanamero anónimo y a su improvidado juego de pelota, mi domingo fue mejor, me ha devuelto un poco de esperanza.

Conozca en este vídeo los beneficios de jugar con nuestros niños

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