Guantánamo: la esencia de una Villa

Guantánamo.- Con devoción pocas veces vista, la arquitecta Zulma Ojeda ha hurgado en el entorno de su natal Guantánamo, y se ha preocupado por el ornato, la higiene y el respeto a las ordenanzas de las cuadriculadas calles de su ciudad natal, para ella “un portento inexplorado para el turismo”, cuya metamorfosis mucho le debe a su utopía, empeñada, por años, cuando casi estaba sola, en llegar hasta aquí y catapultar sus quimeras más allá.

 

Como la rama al fruto están unidas sus iniciativas y propuestas al mágico cambio experimentado en el último lustro por esta Villa del Guaso, fundada el primero de diciembre de 1870 en las márgenes del río homónimo, cuyas aguas desembocan en la bahía guantanamera, parte de la cual ocuparon 33 años después las instalaciones de la ilegítima base naval norteamericana.

Omitir que la faz de la sexta urbe más poblada de Cuba se ha transformado positivamente, gracias a las iniciativas de desarrollo local, y de sus instituciones, sería falsa modestia en que no incurre la destacada intelectual en su diálogo.

“Hay avances, no espectaculares -si se comparan con nuestras pretensiones-, pero los hay”, asegura y recuerda que desde la década de los noventa del pasado siglo ya defendía “sus ideas intangibles”: portales, bulevar, espacios citadinos, recuperación arquitectónica y funcional del núcleo primario de la Villa, su parque principal… insuflar al lugareño sentido de pertenencia, orgullo por su rincón.

Todo eso está aquí y aunque para Zulma todavía es punto de partida, la ciudad cambió desde 2006, cuando un presupuesto especial del Estado cubano llegó en auxilio de sus sueños, hizo tangibles las utopías y contribuyó a elevar el nivel y calidad de vida de sus pobladores, quienes exhiben hoy más de mil obras terminadas.

La Máster en Ciencias y directora del Grupo para el Desarrollo Integral de la Ciudad mantiene con esta una relación osmótica,  de  dependencia mutua y manifiesta devoción,  lo cual no resulta contraproducente si se acepta la teoría de que las urbes, las comunidades y los pequeños grupos que traman la vida urbana, distan de ser objetos inanimados. 

Ella corrobora esa teoría al afirmar que entre los valores de su tierra figuran la idiosincrasia de los guantanameros, el eclecticismo de las edificaciones, las corrientes fluviales que rodean la urbe, sin descartar las ruinas de cafetales franceses, localizadas a pocos minutos de viaje.

Su testarudo propósito de mejorar aún más la imagen urbana de su terruño, data de sus años de estudiante de Arquitectura, cuando, según ella, “aún era una quimera la ciudad que ya se abrió esplendorosa al 2015, cuando se cumplen  145 años de otorgársele el título de Villa.

Entre las cualidades que ostenta ahora la “aldea”  de los sueños y devaneos de Regino Boti,  ella  cita el agradable entorno urbanístico y las manifestaciones religiosas, musicales, danzarias, literarias, de las artes plásticas, junto a sus costumbres y tradiciones, que ya desearían para sí otras capitales provinciales, “porque en vida cultural Guantánamo no tiene nada que envidiar a la mayoría de los territorios cubanos”, opina Ojeda.

Añade que desde la antigua Plaza de Armas (hoy parque Martí), hasta el paradigmático Palacio familiar Salcines, y la Plaza del Mercado, deleita la pupila “un peculiar trazado ortogonal de calles y numerosas construcciones que evidencian que hemos reproducido cuantos estilos constructivos han proliferado en el mundo, con predominio del ecléctico.

“Esta es una ciudad de valores, hermosa, con una estructura urbana preciosa, muy característica, no es habitual otra como la nuestra, con estructuras tan bien trazadas, con esa arquitectura en el centro histórico que la identifica.

“No nos llamaremos `la ciudad de los portales´, pero tenemos portales, un centro distribuido en cinco manzanas, de manera organizada, fruto de su propia historia, tan linda, la cual originó su surgimiento, establecimiento y desarrollo. Todavía nos quedan tareas por hacer, muchas tareas bellas por hacer.

“Una anda por la calle y percibe en el guantanamero admiración por su entorno arquitectónico y de servicios; te hace sugerencias o regaña por alguna cosa que encontró inadecuada… y todo eso te da felicidad, deseo de seguir, porque te retroalimentas de ese ser humano que hoy se siente realmente dueño de un espacio, de su barrio, de su comunidad y lo defiende”.

En su ponencia al Taller Internacional de Turismo y Cultura (Santiago de Cuba, 11 y 12 de octubre del 2013), ella sostiene que “cada ciudad muestra el patrimonio intangible de sus habitantes” y está obligada a exhibir una imagen capaz de “atrapar la admiración del citadino y el visitante”.

Y con tal obligación, a punto de ser materializada, se apresta a celebrar ese aniversario provecto, la capital de provincia más al este del país, “con sus ríos que la bañan y refrescan”,  que bien merece que le “ofrezcan versos”, como  en sus Cantares a Guantánamo se los dedica otro de sus hijos dilectos, Pedro Pérez Olivares.

Zulma se incluye entre las personalidades acreedoras de La Fama, símbolo de la Ciudad, premio que ella misma contribuyó a crear y fue asumido tras plebiscito popular y al cual cataloga como “el más grande e impensado de mi vida”.

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