Frank Fernández: “Fuimos los primeros en subir a la montaña”

Guantánamo.-  En la memoria de Frank Fernández Tamayo, ocupa lugar de privilegio un acontecimiento cultural que tuvo lugar  durante los primeros meses de 1972: la creación de la Primera Brigada de Escritores y Artistas Sierra Maestra.

 “Fuimos los pioneros en llevar el arte a las serranías de Cuba” confiesa  varias décadas  después de aquella agradable contingencia, que dejó una huella en la faz de la cultura cubana.

 La “confesión” tiene lugar en  Guantánamo, donde permaneció entre el 16 y el 20 de octubre,  invitado a las actividades por el Día de la Cultura Cubana y al festival Chocolate con café, auspiciado por el cantante y amigo suyo Waldo Mendoza.

 Habrá quien piense que el lugar escogido para hacerla es gratuito, pero sus conocidos, entre ellos el musicólogo local José Cuenca Sosa, opinan que Fernández Tamayo está unido a Guantánamo como la rama al fruto, por la admiración que le inspira  la tradición  pianística del Alto Oriente Cubano: Zenaida Manfugas, Ivette Hernández, Tusy (Antonia María Luisa Cabal, cuyo nombre ostenta la sala de conciertos donde tiene lugar el diálogo) y Luis Martínez Griñán (“Lilí”).

Pero retrocedamos cuatro párrafos y  45  años, para que el consagrado artista pueda enhebrar el hilo de la plática a propósito de aquella maravilla incursión de  los noveles intelectuales cubanos, destinada a llevar el arte a las serranías, menos de un mes antes que la Revolución celebrara triunfante su cumpleaños 14.  

Recién egresado con Título de Oro del moscovita Conservatorio  Tchaikovsky, al artista aun no calificado por la crítica mundial como un ser “tocado por la divinidad”, “intérprete genial”  o “rey del teclado”,  ni era solista invitado –como luego ocurrió- de  las principales orquestas de cámara del mundo, pero  “integraba el Comité Nacional de la UJC, y  me nombran  segundo jefe de la Brigada”.

 A la interrogante de que si considera que  sus éxitos artísticos truncaron una carrera política, responde con  modestia poco frecuente en los genios: “Nunca fui  un cuadro profesional de la Juventud, pero asesorar culturalmente a esa  organización juvenil durante varios  mandatos fue un gran honor, tan grande como cualquiera de los Premios que he recibido en mi carrera artística”.

 Asegura que los brigadistas cumplieron el propósito de llevar el arte hasta lo más intrincado del macizo montañoso oriental: Filé, Cruce de los Baños, San Lorenzo –donde fue asesinado el Padre de la Patria- y Guisa, donde el Ejército Rebelde libró una decisiva batalla, y a otros lugares  del territorio nacional. .

Precisa que poetas, trovadores, teatristas, magos y titiriteros  se unieron en ese empeño, uno de los más bonitos de la Revolución, auspiciado por  UJC y  los organismos entonces responsabilizados con la Cultura en el país.

 “Partimos –añade- de Santiago de Cuba y llegamos hasta Playa Las Coloradas: Hicimos llorar a muchos campesinos y a sus hijos que jamás habían asistido a una experiencia sui géneris. Al final del trayecto se sumó el cantautor chileno Víctor Jara,  a quien fuimos  a recibir  al aeropuerto de Manzanillo Vicente Feliú y yo. En esa ciudad ese mismo año se organizó el Movimiento de la Nueva Trova”. 

 Aunque no se contaba entre los participantes en aquellas jornadas enorgullecedoras,  a la violonchelista Alina Neyra Betancourt,  presente en este diálogo, aquella travesía estuvo a mil años luz de serle ajena. Todo lo contrario, se infiere de sus declaraciones: “Éramos novios, y yo estaba al tanto del itinerario de esa cruzada, por la radio, la televisión  o por vía telefónica”. 

 “Imposible olvidarla, declara al periodista. Y añade  “Frank llegó a principios de diciembre, fue directo para mi casa y me propuso matrimonio. Nos casamos 15 días después, por lo cual , por lo cual nuestro aniversario de bodas – incluido el venidero, que es el número 45,  y el de la Brigada casi coinciden”

 Me pide que publique como un mentís a ciertos comentarios las declaraciones de su esposo  a quien muchos colegas, “apelando a la broma, una forma seria  de decir las cosas”,  le insinúan que es un concertistas de las grandes capitales y el monte no le seduce.

 “La recomendación vendrá de muy cerca, pero no me ruboriza repetir hasta la saciedad que admiro en Frank  el talento, la sencillez y  ser a la vez devoto de Fidel, de Raúl, del Che, de Ernesto Lecuona, Sindo Garay y  Lilí Martínez, por cierto un guantanamero, al cual él contribuyó, junto a Chucho Valdés, a salvar del olvido»

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