Fidel, verbo vivo, obra constante

Guantánamo.- Cuanto quisieron matarte más te vivieron. Cuando aterrados por tu firmeza construyeron un manojo de infamias retumbaba más fuerte la verdad. Las calumnias alcanzaban el desprecio, el odio de enfermizas mentes, pero la transparencia de tus actos sepultaba tales ofensas. Como el soldado que fuiste y eres abrazaste el imposible, la osadía, la inteligencia sin par; la fidelidad a tu pueblo.

Quienes reconocieran tu sencilla grandeza, fraguada en las hazañas que se convirtieron en victoria aún cuando parecían revés, amaron tu estatura de hombre común y excepcional, haciendo posible la inspiración del ejemplo, demostrando tantas veces que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.” Quizás esa fue la diferencia que marcó por siempre tu existencia aún presente, porque fuiste verbo vivo pero eres obra constante.

Tu palabra trenzaba con ribetes rojos una idea constante, un camino posible, la victoria, esa, que derribó los difíciles momentos del Moncada, Alegría de Pío, Girón, los de la Crisis de Octubre, las del bloqueo arreciado aún más cuando las banderas del Socialismo Soviético y de la Europa del Este dejaban de ondear.

Cual misterio del alma noble le hizo gigante en el rincón olvidado en el tiempo. Machacado y ultrajado tantas veces, hasta allí, llevaste luz, sembraste esperanza y supiste latir con tu mano amiga y tu andar sincero.

Quién olvidaría tus manos largas, el paso de la ráfaga y el viento que superó el huracán cuando deshojaste su propio centro, contra cualquier adversidad, rindiendo los temores.

Floreces Fidel como un vendaval incontenible que retumba las huestes de los humildes. Encabezando las quimeras del espíritu rebelde que perdura a pesar de los pesares. Eres la risa de los niños, la intransigencia incauta de la mañana o el ocaso resistiéndose al olvido.

A un año de tu desaparición, permaneces ahí, entre nosotros, como de costumbre: con el verbo vivo y con tu obra constante que no dejaremos morir.

 

 

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