Fidel Castro: la historia ya lo absolvió

Guantánamo.- Murió Fidel. Aunque es un asunto tan natural como nacer, la noticia tiene consternados a quienes dentro y fuera de Cuba nunca dejamos de decirle Comandante en Jefe.

El impacto es enorme a pesar de que en la sesión final del VII Congreso del Partido, nos advirtió: “A todos nos llegará nuestro turno” y a continuación apuntó “pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos como prueba de que en este planeta, si se trabaja con fervor y dignidad, se pueden producir los buenos materiales y culturales que los seres humanos necesitan, y debemos luchar sin tregua para obtenerlos”.

En este momento de tristeza de todas partes del mundo llegan mensajes de condolencia y solidaridad. Sentidos son los publicados en twitter por Xi Jinping, Nicolás Maduro, Rafael Correa, Evo Morales, Daniel Ortega, Cristina Fernández y Dilma Rouseff, entre otros muchos. El papa Francisco mostró su pesar por la noticia de su deceso.

Hasta mandatarios alejados de su pensamiento y obra no han podido sustraerse de subrayar la inconmensurable dimensión de Fidel: “un líder por la dignidad y la justicia social en Cuba y América Latina”, dijo Michel Bachelet; “una figura de calado histórico” aseguró Mariano Rajoy; el mejicano Peña Nieto expresó “Lamento el fallecimiento de Fidel Castro Ruz, líder de la Revolución cubana referente emblemático del siglo XX”,  en tanto el presidente Francois Hollande destacó que supo representar para su pueblo “el orgullo del rechazo de la dominación exterior”.

Por eso genera desprecio la enfermiza reacción de quienes torpemente quieren “diseñar desde Miami el destino de Cuba y hacerlo en complicidad con los Estados Unidos”, como en cierta ocasión señaló Luis Ortega, uno de los más brillantes periodistas cubanos del siglo XX.

Los tarados que dicen llamarse el exilio “celebran” el fallecimiento de Fidel. Sus politiqueros de pacotilla, vanamente insisten que con su muerte se “resuelve” el problema cubano que se sintetiza en devolver a la Isla a status de neo-colonia yanqui. Sus “periodistas” proclaman con estupidez “el fin” de la Revolución y cargan contra su legado.

Entre estos últimos resalta Carlos Alberto Montaner, quien acaba de publicar un artículo en el que sentencia que a Fidel la historia no lo absolverá. Hace referencia a una de las más celebres frases del líder histórico de la Revolución, aquella que pronunció en su defensa en el juicio por los hechos del asalto al cuartel Moncada.

No vale la pena abundar en los “argumentos” que utiliza Montaner para arribar a su conclusión, la pública, la que anuncia en El Nuevo Herald, el órgano casi oficial de los grupos gusano-yanquis más rabiosamente anticubanos de Miami.

En lo más íntimo sabe que su profecía jamás será realidad, pero la dice para dar rienda suelta a su resentimiento y complacer a la canalla  anticubana de Miami, como corresponde a un miserable convencido de que el destino de Cuba es ser un abyecto apéndice de los Estados Unidos.

No olvidar que Montaner es coautor junto a otros dos de su especie de un libro innombrable en el que insultan como idiotas a los latinoamericanos al protestar contra el intervencionismo económico y político de los Estados Unidos en la América hispana.

Luis Ortega fue un hombre polémico, pues formó parte del Consejo Consultivo régimen instaurado el 10 de marzo de 1952, fue perseguido luego por Batista y por último radicado en Estados Unidos desde 1959 hasta su muerte en 2011. En nada se le puede acusar de fidelista.

De Montaner afirmó: “se ha convertido en el vocero de las peores causas, eso es lo que me mueve a mí a formular críticas frecuentes contra él. No se trata de nada personal. Es que este hombre tipifica lo peor de Cuba. Es un tipo de cubano servil que siempre tuvimos en la Isla y que influyó poderosamente en la historia del pobre país”.

Contradiciendo a la afirmación insultante de este tramposo, Ortega aseveró: “Fidel Castro ya ha rebasado la historia, ya es invulnerable. Es una leyenda de tiempos fabulosos. Es un mito. Mcha gente quiere tocarlo para ver si es real. Cuando se desliza por un pasillo, lentamente, midiendo sus pasos, un poco en cámara lenta, como suelen siempre caminar los mitos, no es que esté enfermo o que le duela nada es que lleva sobre los hombros una carga tan grande de historia que ha tenido que renunciar a la agilidad de los primeros años”.

 

 

 

 

 

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