Fermín y su fe inquebrantable en el arte

Guantánamo.- El actor Fermín Francel Figueredo acaba de obtener el Premio de Actuación Masculina en Teatro para adultos Adolfo Llauradó, que le otorgó la Asociación Hermanos Saíz, por su rol en la obra Pan para la fe.

El galardón lo tomó por sorpresa, así lo admite a la entrada del Teatro Guiñol de Guantánamo, uno de los tantos escenarios donde más se aplaudió y disfrutó el estreno y la reposición de la pieza que lo llevó al podio de los teatristas.

“A priori escuchar la noticia me impactó, porque siempre había pensado en el premio, pero no era mi aspiración inmediata. Ahora que lo tengo, siento que me marcará para siempre, pues me coloca dentro de la historia cultural del país, y además conlleva más compromiso con ese nivel al que llegué siendo joven –explica-, porque sé que me falta mucho por crecer como actor”.

Manos a la obra

Fermín es un guantanamero de pura cepa y corazón abierto. Dice que ama las personas naturales, sencillas… en su arte se percibe mucho de ese carácter transparente y franco, quizá por eso logra esa empatía con el público, aunque también influye mucho el profundo carácter humanista y la verosimilitud de sus personajes, presentes en piezas como Pan para la fe.

“La trama nace mientras buscaba otra forma de decir en escena -comenta Francel Figueredo-. Estaba en el Dramático de Guantánamo cuando me encontré un personaje que laboraba de custodio en el teatro y no le gustaba el trabajo de los actores, pero cuando se iban todos, él cerraba la puerta y se subía al tabloncillo para hacer lo que había visto, a su forma, estilo y lenguaje.

“En la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa hallé otra historia en la experiencia de un señor cuya familia, de pronto, le impuso la idea de que la única forma de vivir mejor era irse a la capital. El veterano pescador me contó aquella anécdota con los ojos tristes y me impactó tanto que dije: estas historias las tengo que aprovechar. Ahí empecé a escribir”.

El proceso creativo tardó, pero más aún encontrar al director preciso para el espectáculo que en 2019 le valió el primer nivel en actuación.

“Llegué a Geordany Carcasés un día, lo vi dirigir, y su manera de hacer, de decir, proponer… me encantó y lo busqué. Le comenté todo y comenzamos. Trabajar juntos no fue un camino fácil, tuvimos que aprender a tolerar las divergencias y ponernos de acuerdo, pero el teatro vive del conflicto, ¿no?

“Comprendimos que estábamos inmiscuidos en un proceso de creación y es normal no coincidir siempre -agrega-. ¿Cómo funcionó todo? Probando, aquí y allá, hasta armar una suerte de metodología basada en el diálogo y el respeto.

Ese empaste fue vital para la obra y se ve, por ejemplo, en los momentos musicales que tiene Geordany conmigo. Al público le llama mucho la atención el nivel de sincronía, porque parece que estuviésemos conversando en escena”.

Pan para la fe tiene otro atractivo peculiar, la armónica presencia de música, baile y actuación que ponen a prueba las dotes histriónicas del joven Fermín:

“Yo quería una obra cuyo mensaje fuese útil, pero a la vez, me permitiera ser excéntrico como Dalí, bailar y cantar mi rap, además de seguir las herencias de Stanislaski, Brecht, Vicente Revuelta, Suárez del Villar… Deseaba comunicarme de forma diferente con el público y que el arte sirviera de aliciente para la fe, porque no solo de pan vive el hombre. Así nació el nombre de la puesta, influido también por un tema musical que había escrito antes.

“En Pan para la fe el actor aprovecha todos los recursos que tiene para representar un personaje. Se trata de aplicar en la praxis las enseñanzas de la escuela, pero también bebimos de la sociedad. Mediante observaciones en el parque conformamos una especie de archivo, una memoria social y la llevamos al teatro, así surgieron las escenas, canciones, gestos… la obra en general”.

La experimentación funcionó. Tras estrenar la puesta en escena, la acogida ha sido muy positiva, incluso elogiada por críticos como José Antonio García, en la Jornada Frontera Cero, de la Asociación Hermanos Saíz en Camagüey, pero según el novel actor miembro del grupo Teatro de la Totalidad, fue la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa uno de los mayores retos profesionales.

“Yo tenía temor de presentarme. Solo había actuado en espacios convencionales (las salas) y me sentía cómodo, así que de pronto lanzarme a la montaña con el mínimo de los aseguramientos que usaba normalmente, me asustó, pero lo hice, y realmente fue invaluable. En primer lugar, porque allá arriba los públicos son totalmente diferentes, y verlos entender la historia, divertirse, reflexionar, me demostró que íbamos por buen camino.

“Como actor -afirma- me aportó mucho. Cada día debía adaptarme a nuevos espacios, ajustarme, la improvisación era constante y eso te nutre de cierta capacidad camaleónica que es muy útil para la escena hoy”.

Nuevos proyectos

Fermín Francel y Geordany Carcasés recientemente fueron invitados al Festival de Teatro Experimental Desconectado a 969 en Santiago de Cuba, allí aun cuando seguían ganando éxitos con Pan para la fe, decidieron probar la más reciente propuesta de ambos creadores: El orden de los factores. La acogida fue más de lo que esperaban.

“Se agradeció la puesta, se hizo un desmontaje, hablamos del proceso, y lo que más me maravilló fue ver a jóvenes que empiezan a estudiar teatro, cómo se acercaron a mí y preguntaban cómo incluí la danza, la música. Agradezco esos detalles porque vi que la obra no solo fue funcional, por la estética, o porque divertía, sino que resultó útil a los futuros actores del oriente.

“En El orden de los factores también hay una confluencia de manifestaciones, la música es de Geordany y la coreografía de Yoel González y Aurelio Planes, ese recurso de la danza, del movimiento del cuerpo ayudó a contar la historia, y hasta ahora ha sido una experiencia grata con los públicos”.

Dice Fermín que si tuviera tiempo y si la vida lo permitiera se dedicaría exclusivamente a la música: “el lenguaje más poderoso y sincero”.

“Desde pequeño me considero una persona muy musical. Me gusta el ritmo, mi cuerpo piensa y habla con cierta cadencia que es solo mía. A veces escucho música y empiezo a sacar mi propia partitura. Actualmente con mi amigo y productor Marcos Antonio Pérez ando constantemente experimentando, pero no soy músico, así que sigo con mi teatro.

“En la actuación cabe todo: música, danza, artes visuales. Es un arte interesante que te obliga a pensar en el otro, interesarte por los individuos y luego aprovechar ese aprendizaje en algún personaje. Veo el teatro como escenario de la verdad, del entendimiento, por eso me gusta y lo cultivo, pues estimula el vínculo directo con la sociedad y sus dilemas, muy provechoso para el arte y para los hombres”.

Tomado de Venceremos

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