Evoca Graziella Pogolotti al poeta Federico García Lorca

La intelectual cubana Graziella Pogolotti dijo que vale la pena evocar a Federico García Lorca en momentos que” el fascismo vuelve a asomar la cabeza de manera impúdica, con su carga nefasta de supremacismo racial y de indiferencia genocida ante los condenados de la Tierra”.

Como parte del dominio imperial, el uso de la cultura se ha caracterizado, en todas sus fases, por privar a «los condenados de la Tierra» del conocimiento de la historia, fuente nutricia de lo que somos y de nuestros valores sustantivos, de nuestra razón de ser y de lo que habremos de defender, advierte en su artículo Ausencia no quiere decir olvido.

En el texto, que publica hoy el periódico Juventud Rebelde, la escritora dice que “Con el suministro de versiones simplistas, convertidas en consignas, encapsuladas en breves referencias en ocasión de efemérides puntuales, con las rutinas del pensar y la insuficiente divulgación de los resultados de la investigación científica, contribuimos involuntariamente a la desmemoria colectiva”.

Acabamos de conmemorar el aniversario de Palabras a los intelectuales. Muy pronto, la Uneac llegará a los 60 años. Pocos recuerdan, sin embargo, la carga simbólica implícita en la fecha escogida para la inauguración del congreso fundador, refiere.

Añade que el 18 de agosto de 1961 se cumplían 25 años del asesinato, en Granada, de Federico García Lorca por las hordas fascistas. Al cabo de numerosas búsquedas emprendidas en los últimos tiempos, sus restos no han sido encontrados.

El fusilamiento de Lorca tuvo enorme repercusión internacional. Se erigió en símbolo de la barbarie fascista, en señal precursora del horror que se impondría poco después con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, asegura Pogolotti.

La resistencia del pueblo español ante la embestida fascista concitó una amplia solidaridad en la sociedad cubana. Traspasó fronteras políticas y estéticas, evoca la profesora.

Muchos fundadores de la Uneac conservaban viva la memoria de la presencia de Federico en Cuba. Su carisma, ese ángel misterioso que lo envolvía, le había ganado una amplia gama de amistades, desde el peculiar y recoleto ámbito de la familia Loynaz, hasta el multifacético entramado social de lo popular, recuerda Pogolotti.

Tomado de la ACN

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