En el pueblo, hay muchos Camilos (+ Video)

Guantánamo.-  Cuando a Ramón Cienfuegos y a Emilia Gorriarán le dijeron que había llegado al mundo un varón, no imaginaron jamás que ese pequeñín se convertiría en el Señor de la Vanguardia. Era 6 de febrero de 1932 y había nacido en una humilde barriada habanera, en el seno de una familia humilde Camilo Cienfuegos Gorriarán.

Nada vaticinaba al héroe, nada vaticinaba a quien se convertiría en una de las principales figuras al triunfo de la Revolución en Cuba, al fundador del Ejército Rebelde, al expedicionario del Granma. Los  hombres como él, marcan un hito en la historia y estarán presentes eternamente en la obra de su pueblo enfrentar día a día el peligro frente a los enemigos y el derecho a vivir dignos.

 

Su arrojo y las hazañas que llevara a cabo en las filas del Ejército Rebelde le valieron el Héroe de Yaguajay, el reconocimiento y la estima de sus compañeros de armas, entre ellos de Ernesto Che Guevara, quien lo consideró  como “el más brillante de los guerrilleros”.   

Es mito, leyenda y realidad. Tenía dos corazones: uno para la Patria y otro para el amor. Su pueblo, del cual salió para eternizarse, lo venera como ser humano. Era buen conocedor de sus hazañas militares, poseedor de un carácter campechano y la eterna sonrisa del Señor de la Vanguardia debajo del inseparable sombrero alón.  Por ser altamente estimado por su condición humilde y su carácter jovial,  Camilo se ganó el calificativo de Comandante del Pueblo.

Portador de buen carisma y calidad humana, el Héroe de Yaguajay, fue uno de los hombres más queridos entre las tropas y los pobladores. Poseía una convicción y poder seductor tan inmensos que atrapó en sus madejas, hasta a un argentino tan experimentado y serio como Ernesto Che Guevara y entre ellos surgió una amistad que con el tiempo se convirtió en una epopeya.

Hoy quiero recordarlo preocupado como siempre por los problemas de la gente e identificado con ellos, rasgos que confirmaban su personalidad; definida por su optimismo, alegría, valor y, sobre todo, por su amor absoluto al pueblo de donde salió. También prefiero recordarlo a través de los dibujos de niños y niñas: con el sombrero alón, o imaginarlo en aquel juego de pelota famoso donde dijo: “Contra Fidel, ni en la pelota”. Ese es el Camilo que recordamos.

Camilo está presente en cada hombre y mujer de su pueblo. Cuando Cuba ha pasado tiempos difíciles, ahí ha estado él, multiplicado en la juventud, en el campesinado laborioso, en quienes hacen Patria desde las fábricas, en el estudiantado preparando el futuro, en cualquier ciudadano cubano que desde su trinchera apoya el proceso revolucionario.

Cuando pensemos que el camino se hace largo y difícil recordemos su ejemplo, como el hombre genial que entró en la historia de Cuba para quedarse y quien jamás, ni en momentos espinosos, perdió la fe; esa fe que hoy mantiene el pueblo, porque en él hay muchos Camilos.

 

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