El wild pitch de John Bolton

«Vine a Cuba para comprender el béisbol apasionado que se juega aquí». (Clayton Kershaw, diciembre de 2015). «Es gratificante estar en este país, que tiene tanta historia en el deporte». (Shaquille O´Neal, junio de 2016).

Uno, lanzador zurdo estrella del béisbol de Grandes Ligas, con tres premios Cy Young (máxima distinción para un pitcher) y con siete participaciones consecutivas en Juegos de las Estrellas. El otro, un pívot dominante en el baloncesto profesional de Estados Unidos (nba) durante 19 campañas.

Vinieron para compartir su maestría deportiva con los cubanos, en un ambiente desprejuiciado, entre sonrisas y bromas como las que les hiciera O´Neal a los muchachos que se reunieron en la cancha de 23 y b, en el Vedado capitalino. También primaron la alegría y el virtuosismo de Kershaw durante las clínicas para niños, en los estadios Victoria de Girón y Latinoamericano.

Ellos y otros más, como los también baloncestistas Steve Nash y Dikembe Mutombo, vinieron sin responder a presiones. Todos los que se acercaron a los retoños del deporte en la Isla, regresaron a Estados Unidos satisfechos de haber contribuido al acercamiento vetado durante décadas, y agradecieron el trato amable recibido por una delegación también integrada por algunos peloteros que salieron de Cuba y actuaban en la mlb.

¿A quién dañaba ese intercambio? ¿Tenía acaso la intención de ganar alguna ventaja para Cuba? Eran encuentros a los que nuestro país abrió las puertas, como vía para conocernos mejor, para demostrar que, aun teniendo diferencias, es posible entablar una relación respetuosa entre dos pueblos vecinos.

Nada más ajeno a esa voluntad que la abrupta ruptura provocada por la administración de Donald Trump, con el visto bueno del  entonces asesor de Seguridad Nacional, John Bolton. En el libro sobre su paso por la Casa Blanca, hecho público este martes en Estados Unidos, al referirse a la revocación por parte del Departamento del Tesoro de la licencia para el Acuerdo entre la Federación Cubana de Béisbol y la mlb, escribió:

«Esta acción no nos granjeó el cariño de los dueños (de equipos de la mlb), pero se equivocaban de a cuajo si no comprendían que la participación de peloteros cubanos en el béisbol profesional significaba acostarse con el enemigo». Así Bolton apoyaba a su amo y se mostraba tal cual es, un personaje que, aunque lo «espantaron» de la Casa Blanca, viste su piel de halcón despreciado.

MUCHO MÁS QUE JUGAR A LA PELOTA

El Acuerdo no solo recogía en su letra la propuesta de que peloteros cubanos pudieran probarse en un béisbol de superior calidad, donde durante las décadas precedentes a la Revolución otros, a la manera de Orestes Miñoso, dejaron huellas de lo que el propio Kershaw reconoció como «el béisbol apasionado». Entonces agregaba: «La pasión puede marcar la diferencia en el terreno, y en eso los latinos son muy intensos».

Tan importante o más que llevar adelante el propósito de jugar en la mlb, era la determinación de acabar con la trata de personas, desterrar de una vez la incitación a nuestros peloteros de abandonar el país donde estudiaron y aprendieron, prospectos que en más de una ocasión padecieron la extorsión de gente sin escrúpulos, dados al negocio del traslado ilegal de seres humanos, aun exponiendo sus vidas.

Bolton transpira en su texto el pragmatismo de los magnates y políticos estadounidenses, de solo avalar lo útil para su negocio. Así confiesa el marcado propósito de Trump, complacido por él, de deshacer todo lo planteado por la administración precedente respecto a las relaciones con Cuba, tras reconocer que el bloqueo no ha doblegado a su pueblo, y es repudiado por el mundo entero como una acción de fuerza, obsoleta y fracasada.

Su frase «acostarse con el enemigo», desconoce la nobleza del deporte cubano, que considera amigo al pueblo y a los atletas estadounidenses. Ese lance fue un wild pitch a la cuenta de Bolton.

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