Guantánamo.- Las calles y caminos, la vetusta chimenea, los sueños hechos realidad son testigos de la llama rebelde que forjó a la Revolución Cubana.
El 30 de noviembre de 1956 le reservaría al poblado de Ermita, actual localidad de Costa Rica en el municipio guantanamero de El Salvador, junto a la ciudad de Santiago de Cuba un lugar privilegiado en la historia de la Patria.
Fiallo (Rafael Pico San Jorge), Beby (Helmo Luis Moro) y El Jabao (Julio Pico San Jorge) fueron algunos de aquellos bisoños que aquel día se graduaron de revolucionarios; lo supe tiempo atrás por sus propias bocas, un día en que la vida todavía premiaba, y el recuerdo en sus mentes permanecía intactos.
La historia de aquel acontecimiento que marcó la vida de los habitantes de aquel entonces sirve de inspiración todavía a las nuevas generaciones, aún cuando la muerte de parte de sus protagonistas haya querido arrancar la grandeza de aquellos hombres que decidieron lanzarse en una cruzada por la Patria, en vísperas de la llegada de los expedicionarios del Granma.
Entrada la madrugada del 30 de noviembre Julio Camacho Aguilera, al frente de las acciones, se reunía con aquellos muchachos en la antigua casona de Mayoral, sitio donde se acuartelaban, y daba las orientaciones para el cumplimiento de un cometido que alertaba ser muy peligroso.
Las misiones de Ermita iniciarían con la recolección de armas diseminadas en el batey después de confiscar una camioneta a un comerciante con que trabaja Rafael Pico San Jorge (Fiallo), chofer para ese entonces de Camacho Aguilera.
Horas después, la toma del Cuartel de la tiranía, erigido donde actualmente permanece un parque para el entretenimiento infantil, era centro también de las maniobras rebeldes; allí tomarían prisioneros a un guardia de la tiranía y otro de la casa de los “americanos”, recogerían las armas que tenían, para luego regresar nuevamente al cuartel de reuniones para recibir nuevas instrucciones. En medio de la faena no se había recibido ninguna información de Santiago de Cuba, acerca del Desembarco.
La quema del Puente de Belona sería otro momento importante del 30 de noviembre en Ermita. Rumbo a Baltony, recogieron una gasolina que la utilizarían más tarde para calcinar la obra ingeniera, con la quema se lograba interrumpir por esa vía el paso hacia la hermana provincia de Santiago de Cuba.
El poblado de Ermita se alzaba y Guantánamo cumplía la misión orientada. El descarrilo de un tren cargado de ganados en propiedades norteamericanas y muy cerca del Central, en la vía férrea que une a la provincia con la Ciudad Héroe sería la acción que pondría broche final a la tarea encomendada al territorio más oriental: evitar el paso de fuerzas del ejército de la tiranía al vecino terruño.
Los hechos del 30 de noviembre en Ermita y Santiago de Cuba, aún cuando por cosas del azar no cumplieran el objetivo previsto de apoyar al Desembarco del Granma, demostró la organización y prestigio ganados por el Movimiento 26 de julio. La estirpe rebelde y libertaria de sus protagonistas se adueñó por siempre de los mismos rincones que les cobijaran en la lucha revolucionaria y se transformaran, años después, en escuelas renovadas, instituciones médicas y culturales, fábricas.
El mismo pueblo que se unía al incondicional respaldo de los noveles patriotas de la gesta del 30 de noviembre haría florecer por siempre la realidad del sueño que para entonces, no pasaba de ser eso, una quimera.
Licenciada en Español – Literatura. Periodista. Profesora Asistente. Habilitada en guión y realización de programas de TV. Editora del sitio digital de la televisión de la provincia de Guantánamo. Bloguera y activista de las Redes Sociales