Del cambio de horario y sus consecuencias para nuestro cuerpo

Guantánamo. – Por estos días nos cuesta un poco más de trabajo levantarnos al amanecer. La noche llega una hora más temprano de lo habitual y las dinámicas diarias se trastocan, en función de aprovechar las oportunidades que brinda el llamado horario de normal, que desde el cinco de noviembre se retoma en Cuba.

En otras naciones del mundo el conocido como horario de verano culminó el 29 de octubre.

Desde 1974 se lleva adelante en diversos países del mundo esta adecuación con la finalidad de ahorrar energía eléctrica, como consecuencia de la primera crisis del petróleo que viviera el planeta. Desde sus inicios, la práctica de atrasar una hora a los relojes en invierno y adelantar una, a la llegada del verano, tuvo como objetivo el ahorro de energía.

Un estudio realizado en Europa al respecto de este proceso, presentado al Parlamento de esa región en 1999 demostró que la medida reportaba beneficios a otros sectores como el transporte, las comunicaciones y la seguridad vial. Sin embargo, no todas las naciones asumen esta decisión, pues en Rusia, Japón, Venezuela, otras naciones de América del Sur y en la mayor parte de los países africanos no se materializa esta medida.

Aunque la mayoría de los países del mundo aplican el cambio de horario hay algunos donde la medida ya no está en uso y otros que nunca la han aplicado.

En Cuba la Oficina Nacional para el Control del Uso Racional de la Energía (ONURE) es la encargada de hacer cumplir esta medida, aprobada para su aplicación por el gran impacto que tiene en el ahorro de energía. A pesar de que el consumo eléctrico disminuye en el sector residencial, el de mayor incidencia durante el horario pico, debe destacarse la necesidad de hacer un empleo racional de la energía en cada uno de nuestros hogares.

Sin embargo, no todo es positivo. Aunque el cambio solo se trata de una hora, el cuerpo humano lo asume como una especie de jetlag. Asimismo, al cambiar nuestros horarios, incrementamos nuestra actividad física o intelectual.

Cansancio, somnolencia, cambios en nuestros estados de ánimo, llegadas tarde a nuestros centros de estudio y trabajo son algunas de las consecuencias más visibles en la cotidianidad.

El problema puede solucionarse con unos sencillos ajustes en nuestros horarios de vida.

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