El eco de las piedras

Guantánamo.- De donde nacen los numerosos ríos y arroyuelos, de donde el sol primicia con sus rayos los campos verdes, las montañas y el fértil valle,  llegaron desde España hasta la bahía de Puerto Grande (hoy  Guantánamo), Cristóbal Colón y sus hombres, en el año 1492.

Con el Descubrimiento de Cuba y la Española se produjo un proceso al que han llamado los historiadores “encuentro” entre  taínos (aborígenes) y el blanco. El descubrimiento de nuevos dialectos, interpretaciones e incluso la unión de los alimentos  como el arroz blanco con el arroz moro, el maíz con la papa, quizás costumbres sin importancia, devino una lucha entre clases que se perpetúan en el tiempo.

El nombre de Guantánamo significa “el río de la tierra” o “tierra entre ríos”, y aparece,  por primera vez,  en un documento oficial en junio de 1524, cuando se redacta el testamento de Diego Velázquez, conquistador y primer Gobernador de la Isla.

El primer asentamiento poblacional de lo que posteriormente fuera Guantánamo, se encontró en la hacienda Santa Catalina, en el demolido ingenio Santa Rosa.  Finalmente,  se ubicó en una zona aledaña a la caída del río Guaso nombrado El Saltadero cerca de la finca Montesano. A cada cambio correspondió un nuevo nombre, denominándose así, Santa Catalina, El Saltadero, Santa Catalina del Guaso y definitivamente, Guantánamo.

La región estuvo olvidada por casi tres siglos y no ha sido fácil determinar cuándo empezó a poblarse de españoles; pero se conoce que existían pequeños grupos  que se dedicaban a extraer y vender sal en los alrededores de la bahía de Caimanera.

Con el paso del tiempo surge el primer núcleo urbano alrededor de lo que hoy se conoce como Plaza 24 de febrero.  En la metrópoli se logra un buen desarrollo comercial, fundamentalmente en el cultivo de productos como el café, la caña de azúcar, el algodón, frutales, así como la sal; negocios que atraen a nuevos inmigrantes, fundamentalmente de Cataluña, España.

La aldea comenzó a crecer y tuvo como límites naturales el río Guaso, el arroyo Rafart y la exuberante vegetación de la zona. En 1858 contaba con mil 134 habitantes, con 154 casas de mamposterías, 68 de tablas y tejas, y algunas de lodo y guano. Sus calles eran de tierra, sin aceras y cuando llovía se convertía en un verdadero lodazal, y tampoco había electricidad.

El señor Don Pedro Manuel Pérez, miembro de una de las familias insignes de la ciudad, regaló los terrenos para la Iglesia católica Santa Catalina de Ricci y la Plaza de Armas, pues estaban ocupados por las tropas españolas para su ejercitación. Para llegar a la iglesia había que transitar por caminos de tierra, hasta que se hicieron paseos de concreto y jardines en forma rectangular con muros de piedra alrededor.

Otro lugar muy importante en la historia de la localidad fueron los terrenos cedidos por Don José Rafat en 1841, y en ellos se proyectó la Plaza Isabel II, que posteriormente se conoció como Parque 24 de Febrero, hoy Plaza del mismo nombre. En el mismo centro del parque se levantó una base, donde supuestamente debía ubicarse una estatua de la reina española, pero nunca llegó, y en su lugar, se colocaron piezas de moneda y pergaminos con inscripciones y fechas. 

Tras la llegada de los inmigrantes franceses vinieron los aportes de una conciencia nueva, dinámica y progresista, fortalecimiento de una agricultura, el refinamiento social y cultural que enalteció a los pueblos en el siglo XIX. Guantánamo, tierra que acogió con beneplácito a los inmigrantes durante toda su historia, logra el desarrollo económico y cultural que influye no sólo en el incremento de la población, sino también en su propia infraestructura como ciudad.

Por aquella época se vislumbró el famoso Hotel Washington, ubicado en la calle Emilio Giro y Calixto García, hoy La Ruina, y cuentan los que peinan canas, que era para los ricos americanos y las damas elegantes que se paseaban por todos los alrededores, y hacían alardes con sus sacos negros y sombreros bombín.

Surgen también los hoteles Brasil, Martí y el Museo de la calle Martí, otrora cárcel de Guantánamo. Todas estas edificaciones han sido remozadas al paso del tiempo para mantener su atractiva y distinguida construcción, cuyas paredes aún guardan amores secretos, planes confabulados contra los adversarios y otras historias.

A finales del siglo XIX, Guantánamo se reconoció como Villa, título otorgado por el Regente de España, el primero de diciembre de 1870; fecha que cada año es motivo de festividad y orgullo de sus habitantes, porque es una ciudad que refleja en cada calle y en cada arroyo,  la historia y el eco de sus piedras.

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